Como sabe hacerlo y donde mejor sabe hacerlo. Con coches bomba y en Madrid. Ése ha sido el penúltimo movimiento táctico de la banda terrorista de cara a la negociación que le ha puesto en bandeja la gravísima deuda que tiene contraída Zapatero con sus socios parlamentarios y la no menos severa falta de escrúpulos y de decencia política de nuestro Presidente.
Podrían haber cometido una masacre. Y bien que les hubiera gustado hacerlo. Los terroristas, de uno u otra condición o procedencia, saben a ciencia cierta que en España, en la actual España gobernada por una izquierda deficitaria de principios democráticos y sobrada de cobardía moral, cuantos más muertos se pongan sobre la mesa, cuanto más terror se esgrima, cuanto más elevado sea el tono de la amenaza a las instituciones y al Estado de Derecho, más réditos obtendrán.
Y como es costumbre cuando se claudica ante los matones y se les abona el precio del chantaje a que nos someten, aquéllos no sólo no aplacan su ánimo chulesco y se retiran a su guarida a disfrutar del botín, sino que comprobada la debilidad de su oponente, agudizan la presión e incrementan el grado de su amenaza, pues estiman que el provecho que se puede lograr de quien no les hace frente, ha de ser aún mayor.
Tristemente, no hay indicios de que el Gobierno vaya a cambiar el sentido de su suicida y ventajista política antiterrorista. Piensan que las buenas palabras y la falta de contundencia obrarán en la Bestia el milagro de ver saciada su sed de sangre y que así, abandonará su trayectoria criminal. Ése es el tanto que se quiere apuntar ZP a cualquier precio. Presentarse ante la opinión pública como el Presidente que desde el diálogo y la buena disposición, acabó con la mayor pesadilla que ha azotado a España en los últimos cuarenta años. Y para lograrlo, no tienen empacho, ni él ni los suyos, en quitar y agraviar a las víctimas y a quienes potencialmente podemos llegar a serlo y en lisonjear y cortejar a los ajusticiadores. El mundo al revés, la vida al revés, la razón al revés y el honor, la honra, el decoro y el respeto a los derechos humanos y a las víctimas de los asesinos, arrojados sin miramientos a las cloacas.
La izquierda se ha caracterizado siempre por su falta de escrúpulos a la hora de lograr sus fines. Es por ello que no nos debe extrañar que la firmeza y la serenidad de antaño hayan transmutado en pusilánime, pero calculada rendición. Y ahora, ya instalados en este pestilente escenario de traición al Estado de Derecho, el Gobierno ha puesto en marcha la formidable maquinaria propagandística a su servicio, que perfectamente entrenada y engrasada transmite sin descanso a la opinión pública la catarata de mentiras y fraudes que sean precisos para ocultar tanto entreguismo disfrazado de buena voluntad. Todo ello, con el fin de lograr el doble objetivo de ocultar el oprobio de la deslealtad y condimentarla de tal modo que pueda presentarse como suculento cebo en el que piquen los votantes en 2008.
Contra todo ello, es preciso mantener la senda y sostener el rumbo adecuado. No se puede vacilar, no se puede capitular, no se puede ofrecer una imagen de debilidad o de entrega, aun cuando el Gobierno esté dispuesto a dejar escapar al ladrón con su rapiña. La sociedad debe movilizarse, debe galvanizarse y debe mostrarse serena, firme y apasionada en la defensa de su libertad y de su modo de vida.
Lucio Decumio.
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