Ya se han producido las primeras reacciones políticas de importancia tras la victoria del "no" en los referéndums sobre el Tratado Constitucional Europeo celebrados esta semana en Francia y en Holanda.
El primero en salir a escena, lógicamente, fue el Presidente Francés, Jacques Chirac, quien señaló en su comparecencia ante las cámaras de televisión que tomaba nota de la decisión soberana de su pueblo y que en virtud de ello, actuaría en consecuencia. Habrá que verlo.
Otros líderes europeos como Joschka Fischer, Ministro de Exteriores alemán, Durao Barroso, Presidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, Presidente del Parlamento Europeo e incluso el mismo Rodríguez Zapatero, han afirmado, en conversaciones privadas o en declaraciones públicas, que Europa terminará sorteando el obstáculo del "no" francés y holandés y que saldrá adelante como lo ha hecho en otras ocasiones.
Si nos detenemos en las afirmaciones de todos estos dirigentes, habremos de convenir en que mal que les haya pesado y al margen de la indeterminación de sus palabras, han demostrado, al menos públicamente, una imagen de respeto y decoro hacia la decisión soberana de ambos pueblos.
Otra cosa es la procesión que les vaya por dentro, pero como decía, han tenido la decencia de ofrecer de cara a la ciudadanía, una estampa de intachable corrección. Compostura que por otra parte, no se ha molestado lo más mínimo en mantener uno de los individuos más siniestros y atravesados que pululan por el espacio político nacional. Me estoy refiriendo a José Blanco, Secretario de Organización del PSOE. Este sujeto, autor de algunas de las declaraciones políticas más torpes, miserables y mezquinas que hemos podido escuchar en España en los últimos tiempos, se ha descolgado con la sugerencia de que el referéndum francés podría repetirse cuando la situación en en país vecino "esté más serena".
Vaya con el pájaro. Hasta donde yo sé, Francia no se ha visto sacudida recientemente por graves estados de crisis que inviten a pensar que la citada excepcionalidad, ha influido de modo determinante en el resultado final de la consulta.
Convulsión social y política que en buena parte promovida por el PSOE para beneficio propio, sí que azotó a España entre el 11 y el 14 de Marzo de 2004. Cuando aquel nefasto domingo, las urnas sí que le fueron propicias al partido del señor Blanco, éste no manifestó en ningún momento la necesidad de repetir la convocatoria. Habían obtenido los resultados deseados y aunque éstos se hubieran cocido en una olla a presión de sentimientos y pasiones encendidas contra el adversario político, para Blanco y sus acólitos, no hubo motivo alguno que pusiera en duda la legitimidad del escrutinio final.
Queda claro pues. A los socialistas, especialmente a los españoles, la democracia, los plebiscitos y las elecciones parece que sólo les sirven cuando de ellos obtienen un resultado provechoso. Cuando no es así, la mentira, la intoxicación, la manipulación y el desprecio por la soberanía popular libremente expresada, son sus respuestas.
Lucio Decumio.
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