Desde que se iniciara el proceso de Transición Política en España tras la muerte de Franco, los grupos sociales, políticos y mediáticos adscritos a la izquierda, han llevado a cabo hasta nuestros días con dañino éxito, un siniestro proceso de intoxicación mediante el cual, cualquier tipo de violencia política se ha identificado sistemáticamente con calificativos y conceptos relacionados con los totalitarismos de derechas. Incluso cuando la realidad de sus execrables actos de desestabilización era tan tozuda que impedía cualquier ejercicio de equivalencia con el nazismo, el fascismo o la ultraderecha, justificaron sus aberraciones como acciones de autodefensa frente a pretendidas agresiones previas del sistema.
Pero hagamos un pequeño balance de los últimos cuarenta años y encontrémonos de frente ante la verdadera e infalsificable realidad de los hechos.
-Mediados y finales de los años 60: Nacimiento de ETA. Desde sus orígenes, la apuesta de los hijos descarriados de Sabino Arana estuvo inequívocamente dirigida hacia la lucha por la independencia del País Vasco y el establecimiento en esta españolísima región, de un régimen político revestido de pureza marxista y racismo esencialista. Lógicamente, durante los primeros años de su existencia contó con el apoyo y la aprobación de la mayoría de los grupos políticos de la izquierda española, entonces en la clandestinidad.
El ideario izquierdista de la época, falto de mitos con los que alimentar las enciclopedias de la mentira, se aprestó a considerar a unos simples terroristas, como unos luchadores idealistas que se enfrentaban en desigual combate contra el totalitarismo opresor. Uno de los grandes abanderados de aquella cercanía y connivencia, fue Gregorio Peces-Barba, quien ejerció de abogado de algún distinguido etarra durante los últimos estertores del franquismo.
Cerca de mil víctimas mortales y un número indeterminado de heridos, afectados, secuestrados y extorsionados, contemplan a estos abnegados luchadores por la libertad y la democracia.
-Años 70. Fundación del GRAPO. Con el despliegue verbal de sus siglas, Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre, queda todo dicho. Sangre, atentados, secuestros y chantajes han sido sus divisas durante decenios. Pese a su escasa presencia en los últimos tiempos, aún no han anunciado ni su disolución, ni la entrega de sus armas. Al menos 15 muertos, sólo en Cataluña, observan con infinita tristeza desde el más allá a sus verdugos.
-Primeros años 80. Creación del GAL. Franco ha muerto hace siete años cuando el PSOE llega al poder, pero ETA continúa inmersa en su dinámica asesina y de hecho, la ha redoblado. Incapaz de aplicar con la firmeza necesaria unas leyes en las que seguramente apenas si creen, González y sus ministros idean un nuevo método para extirparse a sí mismos, el enconado apéndice que cuelga del mismo árbol ideológico del que el PSOE ha estado encaramado durante tantos años. El chapucero GAL, variante moderna de los ajustes de cuentas entre las izquierdas durante la Guerra Civil, acaba con la vida de no pocos simpatizantes y militantes de abertzales, hasta que las investigaciones periodísticas apuntan al Gobierno socialista y se detiene una sinrazón que sólo logra incrementar y justificar el ensañamiento etarra.
-Mediados de los 80. Huelgas estudiantiles. Con no se sabe todavía muy bien qué pretexto por bandera, el Sindicato de Estudiantes, derivación juvenil y radicalizada del PCE, moviliza a miles de jóvenes adolescentes que se lanzan a la batalla campal contra las fuerzas del orden. Mobiliario urbano destrozado, miles de millones de pesetas en pérdidas y un sinfín de coacciones violentas en los institutos para que los paros fueran secundados por la totalidad de los alumnos. Entre las irrenunciables reivindicaciones sindicales, un salario para los estudiantes.
-1982. Surgimiento de Terra Lliure. Bifurcación violenta de Ezquerra Republicana de Cataluña que se distinguió por la comisión de numerosos atentados "de baja intensidad" que provocaron en cerca de diez años de actividad, una veintena de heridos y un fallecido, al margen de cuantiosos daños materiales.
-Finales de los 80. "Kale borroka". No contentos con el siniestro reguero de sangre que dejaban a sus espaldas, los "think tank" abertzales extienden su política de terror a las calles del País Vasco. Todos los fines de semana, durante más de dos lustros y sin solución de continuidad, las calles de las principales ciudades de Vasconia se convierten en el siniestro teatro de operaciones de una violencia callejera o "kale borroka", en el que se abren al mundo de la coacción y la intimidación, los futuros integrantes de la banda. Cerca de un billón de pesetas en pérdidas es el balance de tan peculiar modo de expresión política.
-Principios del siglo XXI. Manifestaciones contra el PP y Aznar. En el delirante imaginario izquierdista, no encaja una derecha democrática que pueda ganar limpiamente en las urnas y menos, en dos convocatorias electorales consecutivas. Las manifestaciones, las agitaciones, las manipulaciones y la visceral propaganda antigubernamental, adquieren más y más temperatura durante los dos últimos años de gobierno del Partido Popular, hasta llegar al apedreamiento y asedio de las sedes del partido rival y la derrota de éste tras una elecciones marcadas por la conmoción provocada por la masacre y la intimidación y la coacción física e ideológica contra el adversario.
Y contra este estremecedor calendario del terror, la ultraderecha como tal, ofrece el sangriento y trágico episodio de los abogados laboralistas de Atocha en 1977, eventuales y desperdigados capítulos de acción directa durante la Transición y la circunstancial venganza de Sáenz de Ynestrillas contra varios miembros de la Mesa Nacional de HB que retozaban en un restaurante de Madrid en 1989.
Así que, ¿quién practica la violencia política en España?
Lucio Decumio.
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