Pocas citas más célebres -y seguramente más apócrifas- podemos encontrar en la Historia de España, que la que teóricamente recibieron como respuesta los lugartenientes de Viriato que lo apuñalaron por orden de Roma, de los generales transalpinos a los que el bravo lusitano mantuvo en jaque durante casi diez años de duros combates a lo largo de toda la Península Ibérica.
Viriato acaudilló no sólo a los lusitanos, sino también a no pocas tribus ibéricas a las que convirtió en sus aliadas a mediados del siglo II antes de Cristo, en una desigual confrontación en la que pese a la derrota final, obligó al invasor romano a contar por miles las bajas entre las poderosas legiones enviadas para sofocar a las levantiscas tribus peninsulares.
Tal vez cansado de tantos años de sangriento batallar, Viriato pudo avenirse a negociar la paz con los romanos. En éstas, la pujante República con ínfulas de Imperio, aprovechó el descuido del jerarca ibérico para rebuscar entre sus más tornadizos colaboradores a quien pudiera acabar con su vida por un puñado de denarios y de este modo, dar por terminado el prolongado conflicto que sostenía para someter a toda Hispania bajo el yugo militar y administrativo romano. Durante siglos, Roma se acostumbró a ganar siempre. Lo poco que no solía conseguir en los campos de batalla, lo obtenía gracias a sobornos, corruptelas, complicidades de los sometidos o en última instancia, como es el caso, a partir de la eliminación física de los caudillos rivales y el consiguiente descabezamiento de las hordas enemigas.
De esa coctelera en la que a veces se convierte la Historia, en la que se mezclan mitología, leyenda y hechos, surge la renombrada frase que encabeza mi comentario de hoy. Al parecer, cuando tres de los colaboradores más estrechos de Viriato -Ditalcón, Audax y Minuro-aún con las manos teñidas por la sangre de su cabecilla, regresaron al campamento romano para exigir la minuta prometida por su deslealtad homicida, los desagradecidos invasores les respondieron con la lapidaria cita.
De cualquier forma y aunque no haya constancia científica y literaria de su autenticidad real, la oración ha terminado formando parte del glosario y del ideario popular como sinónimo de justo castigo a los culpables de traición y de infidelidad.
No es mi intención comparar a un Gobierno democráticamente elegido en las urnas ni al partido que lo sustentó durante ocho años, con el indómito lusitano que hizo temblar a miles de legionarios, docenas de centuriones y no pocos tribunos, legados y generales romanos con sus agresivas tácticas guerrilleras. Y tampoco entra dentro de mis planes parangonar la figura de los tres lugartenientes delatores, con la de un simple consejero delegado de Tele 5, de origen italiano y de nombre, Paolo Vasile. Y por supuesto, los regentes de la Roma del siglo II A.C., guardan escaso parecido con los actuales dirigentes del Gobierno de España.
Pero el tono amargo de las quejas que actualmente profiere "ése italiano" -como despectivamente le califica ZP- en torno a la nueva ley de telecomunicaciones que pretende aprobar el Gobierno, podrían tener cierta similitud con las que Ditalcón, Audax y Minuro pudieron expresarle al general romano que se negó a pagarles por su crimen alevoso.
Durante años, Paolo Vasile no quiso, no pudo o simplemente no le apeteció, poner coto y barras al brutal acoso tergiversador y demagógico al que la cadena de televisión de la que es influyente directivo, sometió al Gobierno de Aznar. Acontecimientos como el hundimiento del Prestige, el "No a la guerra", el mismo desarrollo del conflicto iraquí o la muerte de José Couso -su cámara subcontratado- fueron retorcidos, explotados y manipulados hasta la náusea con el único fin de desgastar Gobierno y al partido que lo apoyaba. Eso, por no hablar de la erosión y el escarnio público al que Tele 5 sometió -y sigue sometiendo- a numerosos dirigentes del PP a través de programas presuntamente desenfadados e inofensivos, como "Caiga quien caiga", "Crónicas Marcianas" o más recientemente, "Pecado Original".
El pago que reciben ahora Vasile y Tele 5 por parte de los que ayudó a encumbrar gracias a aquellas campañas, muchas de ellas rayanas en la injuria y en la descalificación gruesa y zafia, es el ninguneo y el desprecio en el reparto de la tarta audiovisual que plantea por la vía de urgencia el gobierno socialista y cuyas mejores porciones se las llevará, cómo no, la mediática guardia pretoriana del Primer Cónsul de Roma.
Lucio Decumio dixit.
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