26 enero 2005

Bono

Confieso que no sé a qué carta quedarme a la hora de emitir una opinión sobre el actual Ministro de Defensa. Y no sólo me refiero en cuanto a su valía o influencia política, pues no termino de saber si es mucha o poca. En ocasiones uno cree que por sus actos y por sus declaraciones, puede tratarse de un "peso pesado" dentro del Gobierno de Zapatero y en otras, llego a pensar que se trata de un "pesado peso" en el seno del mismo Gabinete. Y mis dudas no se detienen ahí. También estoy confundido acerca de su proyección y transparencia personal, aunque en ese terreno, preferiría no adentrarme.

Estas vacilaciones que me asaltan a la hora de interpretar y enjuiciar políticamente a Bono, no son tales cuando me enfrento a los nombres de otros destacados dirigentes socialistas, a los que resulta fácil identificar por sus méritos, su entrega y su compromiso con sus ideas y con la libertad de los ciudadanos o por el contrario, por sus oscuros lazos con la mentira, la mezquindad y la vileza.

En la primera lista, magra en exceso para infortunio de todos, resulta sencillo reconocer a Redondo-Terreros, Paco Vázquez, Gotzone Mora o Rosa Díez. El otro glosario, el de los inmorales, los manipuladores y los deshonestos, es considerablemente más extenso y por ello, tampoco creo que sea preciso extenderme en nombres cuando todos sabemos perfectamente de quiénes podemos estar hablando. Además, si alguno se me quedara en el tintero -en el teclado en este caso- en justicia el interesado podría ofenderse y no es mi intención, Dios me libre, faltar al respeto con el olvido o la omisión, a ningún mandatario socialista que por sus actos o por sus declaraciones, mereciera encuadrarse en este segundo grupo.

Pero Bono me desubica, lo reconozco. Numerosos discursos pronunciados por el Ministro de Defensa, así como las declaraciones y manifestaciones que ofrece en las entrevistas que concede en cualquier medio y en último término, su vehemencia en la defensa de banderas que suelen ser pisoteadas o despreciadas con airado desdén por infinidad de compañeros de partido, se contradicen con muchos de sus actos de gobierno y sobre todo, con la pertenencia a un grupo gubernativo y partidista consagrado con denuedo a la engañifa, a la patraña y a la chapuza.

El último contrasentido en el que a mi juicio, ha incurrido Bono, se enmarca en su presencia en la manifestación convocada el pasado sábado por la AVT para protestar contra las más que posibles excarcelaciones prematuras de etarras y contra el verosímil murmullo público que apunta hacia la posibilidad de que el Gobierno de Zapatero, esté actualmente manteniendo negociaciones o conversaciones secretas con la jauría de alimañas. Y no es que no esté de acuerdo con la presencia de José Bono y su hijo en la justa y cabal concentración en apoyo de las víctimas. Muy al contrario. Creo que la misma es de alabar y constituye un ejemplo a seguir por quienes por siniestras o absurdas razones, se abstuvieron de acudir, como es el caso del propio Presidente del Gobierno o del Alto Comisionado para las Víctimas del Terrorismo, cuyo cargo lleva más tiempo en pronunciarse que los méritos contraídos desde el mismo.

Sin embargo, Bono no estaba en su sitio. El ex-presidente castellano-manchego debió situarse junto a otras autoridades y dirigentes políticos que encabezaron la marcha y que iban convenientemente protegidos por las fuerzas de orden público. Y no es que se espere que en una manifestación pacífica como la que nos ocupa, los políticos o los gobernantes puedan ser agredidos. Es que su protección por parte de la Policía es de sentido común y de Ley, tanto en una manifestación de estas características, como en cualquier otro tipo de acto, público o privado.

Vuelvo a lo mismo. Vuelvo a la duda. No sé si Bono se mezcló entre los anónimos manifestantes con el vítreo ánimo de que se le considerara uno más entre ellos o si lo hizo desde el retorcimiento y la seguridad del que sabe a ciencia cierta que su presencia entre un determinado grupo, será tan mal recibida, que podrá aprovechar los incidentes que de esa acogida desfavorable se deriven para escribir unos cuantos episodios de victimismo o victimización propia así como de criminalización del adversario político. Como era de esperar, esa hostilidad verbal, que no física, que determinados manifestantes mostraron hacia el Ministro, ha desembocado en otra campaña de hostigamiento contra el PP y contra algunos de sus militantes, que podrían haber sido incluso retenidos ilegalmente por la Policía para prestar declaración en relación a los hechos.

Ocasiones como éstas las pintan calvas y si hay alguien en este mundo que las sabe aprovechar hasta la náusea, ésos son el Gobierno de Zapatero, el PSOE y su artillería mediática. Como los altavoces de los campos de concentración, han empezado a lanzar al máximo volumen, sus consignas y sus lemas contra el PP con el fin de acallar cualquier protesta o inculpación al respecto de la actitud especialmente miserable de Gregorio Peces-Barba, quien se negó a acudir a la manifestación escudándose en el hecho de que no había habido atentado alguno.

Es su política, pues no tienen otra; la que ya he denunciado en otras ocasiones, la que llevan desempeñando desde hace diez meses y la que continuarán llevando a cabo mientras sigan en el Gobierno. Empañar sus errores y sus miserias con vociferantes y encolerizadas campañas de demonización del adversario político.

Censuro las críticas a Bono y si los hubo, los intentos de agresión física. Si yo hubiera estado allí, habría sido el primero en defenderle, seguro. Ahora, aunque Bono haya sido víctima, no lo ha sido tanto como nos lo tratan de mostrar desde el Gobierno y desde sus medios y desde luego, sus momentos de zozobra ni se acercan a los que padecieron durante las campañas electorales de 2003 y 2004, miles de militantes del PP y decenas de mandatarios y sedes del partido. En aquellos días sí que hubo agresiones, insultos, amenazas, piedras, ladrillos y cócteles molotov, ante la mirada pasiva, cuando no cómplice, de los compañeros de partido de Bono. Y por supuesto, Bono es mucho menos víctima que muchos cientos de personas que caminaban a su lado.

¡¡Qué cansino soy!! Ya termino.

Alguien dijo una vez una frase cargada de verdad y de valor para los tiempos que nos ha tocado vivir. En una democracia, la oposición vigila, controla y critica al Gobierno; en una dictadura, es el Gobierno quien critica, vigila, controla y si lo estima oportuno, liquida a la oposición.

Lucio Decumio.

No hay comentarios: