En ocasiones, las sombras de los pecados cometidos en el pasado, parecen no dejar de alargarse nunca. Y si no, que se lo pregunten a Felipe González y por extensión, al Presidente Rodríguez. A ambos, cada uno en el ámbito de su responsabilidad, pasada y presente, se les acaba de presentar un gravísimo obstáculo, cual es la carta que recientemente envió el ex Secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera, al diario “El País”, en la que nada veladamente, amenazaba con llegar hasta extremos desconocidos si no se tenía en cuenta un posible indulto.
Indulto que dicho sea de paso, sería el segundo en el plazo de tres o cuatro años, pues el Gobierno dirigido por José María Aznar, tuvo a bien en su día, conmutarle la pena que le restaba por cumplir en relación a su implicación en la trama de los GAL y más concretamente, en el episodio del rocambolesco secuestro de Segundo Marey.
¿Qué extremos desconocidos son ésos de los que hablaba? Cualquiera medianamente informado, puede hacerse una idea, al menos aproximada, por lo que el puñetazo en la mesa del antiguo subordinado de Corcuera y Barrionuevo, ha obrado un efecto calambre en ambos ex ministros del Interior y en el superior de todos ellos en aquella convulsa época, Felipe González. Apenas un par de días después de que Vera enseñara los dientes a través de la epístola enviada a “El País”, a sus tres caudillos de antaño les ha faltado tiempo para pedir su indulto - junto con el de José María Rodríguez Colorado- al Ejecutivo de Rodríguez.
Curioso. Justo en el momento en el que el Tribunal Supremo ratifica las penas impuestas por la Audiencia Provincial, Rafael Vera estalla, alcanzando con su onda expansiva a sus antiguos superiores, que a la carrera, le echan la metralla caliente encima de la mesa al actual Presidente del Gobierno. Sospechoso, cuando menos.
Como decía previamente, es sencillo atar cabos y hacer cábalas nada alejadas de los siguientes escenarios que voy a perfilar. Según mis informaciones, Vera puede haber barajado hasta tres alternativas para hacer efectiva la amenaza y llevarse por delante a varios de sus compañeros –gobernantes pretéritos o presentes- si no le sacan del pastizal. Ha decidido que no vuelve a pagar el solito por los latrocinios y las fechorías que todos ellos cometieron en el pasado y puede que por algunas algo más actuales.
Opción A: Vera ingresa en prisión y de inmediato, inicia una huelga de hambre. A mi entender, es la menos plausible y real de las tres opciones. No me imagino a Rafael Vera encastillado en una huelga de hambre hasta sus últimas consecuencias, aunque no habría que descartarla de plano, pues el efecto propagandístico y mediático de tal medida, sería notable. Recordemos a este respecto, que el antiguo dirigente de Interior, aún esconde y dispone de una cantidad indeterminada, pero posiblemente muy elevada, de millones de pesetas detraídos de las partidas destinadas a fondos reservados. Aunque la estancia en la cárcel sea penosa, seguro que tiene en cuenta que como máximo cumplirá tres o cuatro años de los siete a los que está condenado por este caso en particular. Así que determinaciones que pongan en alto riesgo su salud y que le impidan disfrutar de una dorada y despreocupada jubilación, son las últimas que se le tienen que pasar por la cabeza.
Opción B: Vera levanta la alfombra y deja que todo el mundo contemple la suciedad y la basura que hay escondida debajo. Mugre que en buena lógica, hubo de ser generada y escondida en su día por González, Barrionuevo y Corcuera. De ahí, su voluntarioso apremio y sus ansias de amnistía cara al antiguo subordinado. La podredumbre, fácil es hacerse una idea, la componen por un lado los GAL y por el otro, el asalto convenido y acordado de los fondos reservados para enriquecimiento personal de altos cargos de Interior y quién sabe si de muchos otros miembros de aquellos pútridos Gobiernos. Es la más probable de las tres, a la vista de una más que segura responsabilidad política y tal vez penal de la terna peticionaria.
Opción C: La más arriesgada, pues casi es un juicio personal, aunque beba de las informaciones aparecidas en los últimos meses en los medios de comunicación menos afines al Gobierno Rodríguez. Uno de los más estrechos colaboradores de Rafael Vera en su etapa en la Secretaría de Estado para la Seguridad, fue el coronel Félix Hernando, un guardia civil que eludió hábilmente sus responsabilidades en uno de tantos sumarios abiertos por la detracción de fondos reservados durante los gobiernos de González. Y no sólo eso. Hernando consiguió que los ministros de Interior de Aznar -brillantes en tantas ocasiones- cometieran la torpeza de confirmarle al frente de la Unidad Central Operativa de la Benemérita, punta de lanza del Instituto Armado contra el terrorismo abertzale e islamista.
Llegados a este punto, conviene no olvidar un dato vital. La UCO ha estado en el ojo del huracán durante los últimos meses, debido a la chocante indolencia de sus máximos responsables cuando fue advertida por sus confidentes de los trajines entre los islamistas que perpetraron el golpe del 11-M y quienes desde Asturias, les suministraron los explosivos utilizados en la masacre.
Quién sabe. Quizás sea éste, un último cartucho que guarde Vera en la recámara. ¿Acaso tuvo Rafael Vera –junto con otros dirigentes del PSOE- conocimiento a través de Hernando de lo que se preparaba unos días antes de las elecciones y en connivencia todos ellos, decidieron no informar al Gobierno de Aznar? ¿Pudo sopesar que el efecto de aquella matanza podría ser un cambio de Gobierno tendente a favorecer, por afinidad ideológica o por chantaje, un posible indulto?
Es arriesgado, ciencia-ficción, me atrevería a decir. Pero a la vista del corral socialista hispano, en el que con absoluto desparpajo se desenvuelven la manipulación más obscena, la propaganda más retorcida, la mentira, la intoxicación y la confusión premeditadas, así como las maniobras más sórdidas, todo es posible y nada desechable.
La última y como ejemplo vivo y presente de lo que digo, las recientes declaraciones del cada vez más desvergonzado y siniestro Rubalcaba al respecto del caso del indulto de Vera. El sinvergüenza portavoz socialista no ha tenido el menor sonrojo en acusar abiertamente a los jueces en general –en el peor estilo de la vieja técnica del ventilador- de haber sido aquéllos los beneficiarios de la sustracción de fondos reservados y hacer pagar por ello a honestos políticos de izquierdas.
Ahí es nada. Pero a fuerza de repetirla, la mentira terminará siendo cierta para muchos.
Lucio Decumio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario