16 octubre 2004

Una sociedad enferma

Puentes vacacionales de varios arcos y no pocos pilares, unidos a distintos infortunios de índole técnica y porqué no decirlo, también de destreza personal, me han impedido asomarme durante algunos días a este particular y pequeño ventanuco que no es otra cosa sino mi humilde aportación al universo cibernético.

En fin, superados estos pequeños imponderables y olvidados los días de asueto en mi pequeña villa abulense, acudo de nuevo a mi cita con mis seguidores y mis críticos.

Hace tiempo que no me extiendo sobre uno de los asuntos que más tinta virtual me ha hecho verter en el año y varios meses que llevo asomándome junto a mis reflexiones, a este mi tragaluz. Y es que la inagotable sucesión de patinazos, errores, rectificaciones, desatinos y pifias del actual Gobierno de España, consume tiempo y energías por doquier y sobrepasa con mucho, mi capacidad redaccional y mis ánimos críticos. Si a ello le agregamos el hecho de que en las últimas semanas, he priorizado en algunos de mis comentarios, asuntos de mucha menor trascendencia socio-política, obtenemos como resultado que las materias relacionadas con el terrorismo etarra y sus ramificaciones de toda índole, han sufrido un penoso abandono del que soy deudo y del que pretendo desquitarme en el día de hoy.

Como todo buen lector informado y comprometido con la dinámica y los acontecimientos de nuestro tiempo ya sabe, hace algunos días, las Fuerzas de Seguridad francesas, en estrecha colaboración con la Policía y la Guardia Civil españolas, asestaron un golpe, ojalá que definitivo, a la cúpula de la organización terrorista ETA. Los dos máximos dirigentes de la amalgama de asesinos abertzales, Mikel Albizu "Antza" y Soledad Iparraguirre "Anboto", cayeron en manos de las autoridades francesas cual frutas maduras en una nauseabunda cripta de Urrugne, una localidad del Sur de nuestro ocasionalmente, leal vecino del Norte.

La operación, que llevaba meses preparándose y que ya fue abortada en vísperas de las Elecciones Generales de Marzo del año en curso por motivos de sobra conocidos, se llevó también en sus alforjas a algunos colaboradores de rango menor del clan criminal, pero la esencia del tarro eran la feliz pareja sentimental y criminal que formaban el responsable del aparato político -vaya usted a saber qué demonios significa éso- y su abnegada -y anegada en sangre- compañera, quien también formaba parte del comité ejecutivo de la chusma.

En torno a cuarenta millones de personas de bien que habitan en esta santa tierra española, celebraron, cada uno a su manera, la detención de este dúo sanguinario, así como de sus acólitos. Pero España es muy grande, tanto, que hay rincones en los que la preocupación, el desánimo y el desaliento, suplen a la alegría, al alborozo y a la algarabía, cuando alimañas de la catadura de "Anboto", con quince asesinatos colgados de sus maternales espaldas, son capturadas y puestas a buen recaudo.

Eso es lo que sucedió en Escoriaza -una pequeña localidad guipuzcoana que tuvo el infortunio de dar a luz hace unos cuarenta años a la quintaesencia del vampirismo terrorista- días después del apresamiento de la manada de lobos.

Gentes que se dicen respetuosas de los derechos humanos y de la democracia, representantes comarcales ante el citado consistorio vascongado de los hombres y mujeres de aquélla localidad, no tuvieron empacho en aprobar y digerir una resolución de "apoyo y solidaridad", así como de preocupación por el tratamiento que pudiera recibir de parte de las Fuerzas de Seguridad, hacia su insigne convecina.

Cómo no. Esas gentes, esos concejales, agrupados en torno a muy conocidas y representativas siglas que comulgan sin ambages con la enfermiza patología filoterrorista que no deja de extenderse como una marea negra por todo el territorio vasco, volvieron de nuevo por sus tradicionales fueros para mostrar su altruista inquietud por la suerte del criminal de turno y ofender la memoria y el dolor de las víctimas de los crímenes del objeto de su desasosiego.

Y es un mal, me temo que incurable, éste que afecta a no pocos miles de personas en aquella bendita tierra española. Ante la iniquidad permanente, la infamia constante, la mentira premeditada y el falseamiento deliberado de la realidad y de la Historia, hay pocas cataplasmas que se muestren efectivas, pues los objetivos políticos que persigue la banda con sus delitos y con sus crímenes, son los mismos en los que se estrechan y encastillan los políticos que aprueban este tipo de resoluciones de apoyo a los asesinos y los ciudadanos que les votan para que los representen.

Cada nueva captura, cada nueva desarticulación o descabezamiento del entramado terrorista etarra, es una puñalada en el corazón de quienes desde la barrera política, ven en la lucha armada de sus hermanos de sangre, la excusa perfecta para seguir torturando y chantajeando a más de la mitad de los moradores del País Vasco y por extensión, al resto de la sociedad española.

En definitiva, mientras el fin sea el mismo, mientras la comunión de intereses últimos camine pareja, nos veremos obligados a seguir asistiendo entre atónitos y enojados, a este tipo de episodios que demuestran lo famélico que es el espíritu y la moral humana cuando de defender los más sucios y espurios intereses se trata.

Sólo hay un mecanismo capaz de poner fin a tanta deshonestidad e impudicia y éste no es otro que la colaboración leal y sin fisuras entre PSOE y PP -independientemente del color de los escaños que cada uno ocupe en un momento dado- y la firmeza de éstos en la defensa de las más elementales normas de convivencia y respeto a los derechos humanos. Y ello, aunque el rumbo elegido por algunos sectores del PSOE en este sentido, sea algo más que errático o equívoco. Pero la esperanza es lo último que se pierde.

Lucio Decumio.


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