04 noviembre 2005

Bendito aislamiento


A la vista de estos tres individuos, sobra cualquier tipo de comentario. Miento, hay uno que no sobra: ¡¡Sinvergüenzas!!

La vida política de nuestra Nación se ha centrifugado peligrosamente en las últimas fechas. Los acontecimientos se han precipitado en el Parlamento Nacional y tras el debate del pasado miércoles y la subsiguiente admisión a trámite en el Congreso del proyecto de reforma del Estatuto de Cataluña, nos encontramos ante un breve paréntesis que bien podría concluir, allá por la primavera de 2006, en una tormenta de imprevisibles consecuencias.

He seguido con la máxima atención todo el proceso, especialmente en las últimas semanas y no hago sino pensar y llevarme las manos a la cabeza al comprobar que todo este burdo artificio pergeñado por unos iluminados dispuestos a realizar cualquier pirueta política con tal de mantenerse en el poder -local o nacional, lo mismo da-, sólo ha servido para provocar una disparatada y costosísima sangría de tiempo y energías, pero especialmente, para abrir una profundísima herida y ocasionar una gravísima erosión en el espíritu de convivencia que hasta la fecha, presidía nuestras vidas. De hecho, estoy seguro de que si pudiéramos meternos en la retorcida mente de los padres de la criatura, alcanzaríamos a darnos cuenta de que ese desgaste era sólo el primero, pero no el último de los objetivos que se plantearon alcanzar los redactores de la infamia cuando en alguna oscura mazmorra del Palacio de Sant Jordi, se devanaban los sesos para que el siguiente artículo a plasmar, fuera aún más ultrajante que el anterior.

El esputo que para el resto de los españoles y para su soberanía supone la admisión a trámite del Estatuto y su más que segura aprobación futura -independientemente de las modificaciones con las que nos quieran vender su fraudulento encaje dentro de los límites constitucionales-, ha sido una provocación premeditada, consciente y estudiada por parte del nacionalismo catalán para hacer saltar por los aires nuestra convivencia nacional.

Apoyados en la debilidad política y patriótica de un Gobierno Central exclusivamente interesado en mantenerse en el poder y en laminar a su principal adversario político, PSC, ERC, IU y CiU han aprovechado la ocasión y han arrimado una barra de hierro incandescente a la piel de la Nación con el fin de desatar su ira y de ese modo, aprovechar su lógica y esperada reacción defensiva para cargarse de más argumentos con los que alimentar su fabulado desencuentro con el resto de España, presentarse como víctimas de la intransigencia de un Estado opresor y justificar futuros y más estruendosos desmanes dialécticos y de cualquier otro tipo.

Voy concluyendo. Este tenebroso episodio del que todavía está por escribirse el final, no habría tenido lugar si el PSOE, el Gobierno y el principal líder de ambos, hubieran hecho frente, desde la lealtad institucional y el respeto a la soberanía nacional a un articulado abyecto, insolidario, aldeano, segregador y sobre todo, anticonstitucional. El sombrío futuro que se vislumbra en el horizonte no sería tal si esos mismos actores se sacudieran de una vez por todas su negativa visión de la idea de España y su atávica inclinación por transformarla en un improductivo y receloso reino de taifas.

Pero no es así. El PSOE y el Gobierno se han convertido en cómplices necesarios de una vileza que puede acabar con España en muy poco tiempo. Nos encontramos frente a una mentira, un engaño y una traición con mayúsculas y que desde todos los puntos del arco parlamentario -salvo el ocupado por el PP- se trata de revestir con los ropajes de una forzada normalidad democrática y maquillar con un despliegue propagandístico opresivo y acrítico, para consumo exclusivo y despreocupado de las cabezas más ociosas del rebaño.

Frente a todo ello, un solo grupo parlamentario que representa a la mitad de los españoles, es el único que ha apostado por la sensatez política, la lucidez intelectual y la claridad de ideas, conceptos y recursos democráticos. Postura que curiosamente los demás partidos se han apresurado a calificar de reaccionaria, antidemocrática y aislacionista.

Incierto y lóbrego, pero a un tiempo satisfactorio y enorgullecedor, resulta aquel aislamiento que es consecuencia de nuestro repudio y rechazo hacia los lobos que triunfantes, han entrado en el redil gracias a la colaboración, el apoyo y el impulso del mismísimo pastor. Bienvenido sea el acorralamiento al que nos quieren someter a tantos y tantos millones de españoles, si esa soledad es el peaje que debemos abonar por la defensa que hagamos de la paz, la igualdad, la libertad y la armónica convivencia de todos y entre todos.

Lucio Decumio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy hasta las pelotas de esta invasión de los ultracuerpos que desnaturaliza la ventana de comentarios. Prefiero verla a "0", antes que repleta de estupideces pseudo-comerciales.

L.D.

Roberto Iza Valdés dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.