Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Presidente de la Junta de Extremadura y uno de los más encarnizados críticos con el texto del Estatuto alumbrado por Maragall, Carod y Zapatero. ¿De verdad que a nadie le resultó extraño que sufriera un infarto el mismo día del debate autonómico en el Senado?
Directo al grano y sin rodeos. Mi intención era la de asomarme por hoy por aquí y dejar constancia de algo que creo que no ha despertado las sospechas de ningún comentarista, analista o periodista, pero sí las mías, pues en esta España de pandereta, rechifla, impostura y premeditada ocultación de la verdad, coincidirán mis lectores en que cualquier cosa es posible. Y más.
Hoy es mi deseo centrar mi intervención en un acontecimiento relacionado con el pretenciosamente denominado "Debate sobre el Estado de las Autonomías", celebrado hace escasas jornadas en esa cámara de ignotas atribuciones que para muchos, es el Senado. Sé que voy a rizar mucho el rizo -habría querido decir "tirabuzonear" el tirabuzón, pero me he cortado- al manifestar lo siguiente y que seguramente, esté viendo fantasmas donde no los hay, pero ¿y si los hubiera?
El mencionado debate senatorial tenía todas las papeletas para convertirse en una excelente piedra de toque político para el recién admitido a trámite Estatuto de Cataluña y cómo no, para su principal mentor, el sin par Rodríguez Zapatero. Y en éstas, con la que está cayendo no sólo fuera de la jaula de grillos socialista sino incluso dentro, donde se multiplican las voces que ponen en duda, cuando no directamente fuera del juego constitucional al citado Estatuto, va y mira tú por dónde, el más incisivo y acerado estilete que desde la cuerda socialista se manifiesta en contra de ese engendro anti-español y filo-totalitario, el más encendido defensor de la esencia patria desde las butacas jerárquicas del PSOE, ergo Juan Carlos Rodríguez Ibarra, sufre un repentino y oportunísimo infarto de miocardio que se lo lleva al Hospital de San Carlos y le impide intervenir en la tribuna de oradores senatorial durante los tres días de debate.
Fíjate qué casualidad. El único entre todos los barones socialistas que iban a acudir al debate en la Cámara Alta que podía ponerle las peras al cuarto a un par de metros de distancia a Zapatero y a Maragall, con millones de espectadores disfrutando de tan gozoso espectáculo, va y se pone malito a última hora.
Dirán algunos, hombre, quedaba Manuel Chaves para aguarle y afearle la fiesta al papá y al Papá del Estatuto catalán y sacarles a ambos un poquito -aunque sólo fuera un poquito-, los colores desde su propia orilla. Pero de alguien que hace gala de una alfabetización y una dicción tan deplorables, sólo se pueden esperar pintorescos episodios como la acuñación de gentilicios interplanetarios con los que referirse a su homólogo en la Presidencia de la Comunidad Murciana, para convocarle al debate como el "Presidente de la Comunidad Marciana". Eso se llama esencia intelectual y fortaleza argumental bajo cero.
Concluida la digresión en torno a Manuel Chaves, diré que no es mi intención dar forma a una suerte de truculento complot interno que desde las filas socialistas, haya intentado acabar con la vida de Rodríguez Ibarra para evitar su presencia en el Senado. Si se quiere, el debate tenía su importancia -relativa y circunstancial eso sí-, pero no tanto como para tratar de acabar con la vida del tornado extremeño. No, no era para tanto y además, hasta ahí no han llegado todavía los socialistas o eso creo, aunque los nubarrones que se avecinan deberían invitarnos a considerar la posibilidad de aprender a dormir con una oreja levantada, como los perros. Nunca se sabe.
No, en realidad, lo que estoy sugiriendo es que posiblemente todo esto haya sido una cortina de humo más, la penúltima maniobra de distracción y manipulación preparada en los fogones más potentes del "aparachtik" socialista para ganar tiempo y engañar a la opinión pública por enésima vez.
Reconozcámoslo. El escenario que se le presentaba al Presidente del Gobierno en los momentos previos al debate en el Senado, distaba notablemente de ser halagüeño; a su cada vez más bajo nivel de popularidad, debido especialmente al "affaire" Estatut y a su falta de empaque argumental, se unía en el horizonte el amenazante perfil de algunos de los carros - M1 Aguirre, M50 Matas y Leopard Camps- mejor artillados del enemigo, esperándole con las ánimas niqueladas para batirle sin piedad en cuanto abandonara la cómoda trinchera de la bancada socialista. Con este panorama, debió pensar Rubalcaba, sólo le faltaba al pobre ZP tener que preocuparse de esquivar el fuego amigo proveniente de la retaguardia.
El fuerte carácter orgánico y sectario del PSOE, así como alguna pequeña manita polanquera, tuvo que hacer el resto. Con lustros de mayorías absolutas a sus espaldas en Extremadura y a buen seguro con más de un pufo colgando de sus plateadas barbas, es perfectamente posible que alguna velada insinuación sobre futuros escándalos aireados por la prensa, llegara hasta los oídos de Ibarra. Ello, con el fin de convencerle de que lo mejor para todos -y sobre todo para él- era poner en marcha un "Plan B" que impidiera su presencia en la Cámara Alta.
Es por ese estilo político oportunista y ventajista y que en mayor o menor medida, unos y otros practican en el PSOE, que no me caben esperanzas de que por muchas voces que se alcen contra los descabellados proyectos de ZP, alguien dé verdaderamente un puñetazo sobre la mesa y tome partido por la razón y el sentido común. Rodríguez-Ibarra es un caso paradigmático de lo que digo. Lleva meses ladrando -como Bono, Vázquez y otros- pero no se atreve a morder la mano que le da de comer.
En fin, esto sólo son conjeturas y evidentemente, no hay pruebas de que la película que acabo de contar, tenga siquiera visos de ser real. Pero insisto en lo afirmado previamente. Hipótesis a descartar en la España de ZP, Maragall, Llamazares, Carod o Ibarreche, pocas o ninguna a la vista de los precedentes.
Lucio Decumio.
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