02 septiembre 2008

Príncipe de Asturias

Los tres grandes triunfadores de los Juegos Olímpicos de Pekín, Michael Phelps, Usain Bolt y Rafael Nadal, optan junto a la Selección Española de Fútbol y la pertiguista rusa Yelena Isinbayeba, al próximo premio Príncipe de Asturias de los Deportes.

El jurado de los Premios Príncipe de Asturias, ha demostrado en infinidad de ocasiones su cortedad de miras y su falta de criterio a la hora de otorgar muchos de los galardones concedidos durante los últimos treinta años. Sin embargo, ha sido en su vertiente deportiva donde los atávicos complejos de inferioridad que nos han maniatado a los españoles durante décadas, se han manifestado en toda su extensión, una y otra vez.

Y mucho me temo que esta ineficacia operativa, rayana en la estupidez y el quijotismo más polvoriento, de nuevo volverá a ponerse este año sobre el tapete. Los candidatos al premio son todos ellos notables: la Selección Española de Fútbol, por haber envuelto en la bandera nacional, un gran título futbolístico a nivel internacional; Rafael Nadal, por su incombustible ambición de triunfo, por su raza, humildad y sentido común; Usain Bolt, por causas relacionadas con el desplazamiento supersónico de los cuerpos; Michael Phelps, en razón de haber demostrado que el hombre, aparte de omnívoro, es anfibio; y Yelena Isinbayeba, en virtud de su inquebrantable fijación por alcanzar el firmamento, centímetro a centímetro.

Pues bien, pese a que los logros de los candidatos españoles poco tienen que envidiar a las metas alcanzadas por el jamaicano, el americano y la rusa, es más que posible que en una nueva demostración de ignominioso oportunismo cosmopolita, el jurado presidido por Juan Antonio Samaranch, otorgue el galardón a alguno de las tres estrellas extranjeras.

Ojo, con ello no estoy afirmando que ninguno de los tres merezca tal reconocimiento. Nada más lejos de mis palabras. Lo que quiero decir es que de puertas hacia adentro, tenemos talentos con categoría más que sobrada, para merecer y enarbolar el premio. Insto a que no dejen pasar esta oportunidad, señores del jurado.

Termino con Pepiño Blanco. Al igual que Isinbayeba, Bolt o Phelps superan en el aire, en la tierra y en el agua, marcas que segundos o minutos antes, parecían imposibles de rebasar, Pepiño hace lo propio con los límites de la mezquindad, la ruindad y la ignominia. El tal profesor Neira, puntual y muy desafortunado paladín de las causas más nobles, ha terminado en la UVI de un hospital madrileño, debido a la brutal agresión sufrida a manos de un energúmeno enajenado. Pues bien, para Pepiño, la culpa de la delicadísima situación clínica del paciente, no es del agresor, sino de la sanidad madrileña.

Claro que no dejo de entender las críticas de Pepiño. En manos del doctor Montes, mística representación de todas las virtudes progres, el pobre docente habría experimentado una sustancial mejoría en cuestión de horas, pasando en poco tiempo de las salas de cuidados intensivos, a mejor vida.

Lucio Decumio.

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