27 agosto 2008

Cuatro reflexiones

La primera, de índole baloncestístico.

José Luis Sáez, Presidente de la Federación Española de Baloncesto, despidió fulminantemente allá por el mes de Mayo, a Pepu Hernández, el entrenador que había dirigido a la selección nacional de esta disciplina, hasta los mayores logros deportivos de su historia. Para justificar una decisión tan insólita como peligrosa, con unos Juegos Olímpicos a las puertas, el dirigente argumentó que el preparador había firmado un preacuerdo con el Unicaja de Málaga, para entrenar a este conjunto de la Liga ACB una vez concluida la competición olímpica y que tal acuerdo, impediría a Hernández concentrar todos sus esfuerzos en dirigir convenientemente al equipo nacional. Hete aquí que Sáez contrató a Aíto García Reneses para sustituir a Pepu y al finalizar los Juegos y volver a España, Aíto manifiesta su intención de abandonar la selección y fichar por el Unicaja.

Estos son los hechos, puros y duros. ¿Mi opinión? Sinceramente, creo que la mayoría de los dirigentes de las Federaciones Deportivas Nacionales, no digieren como debieran el éxito de los deportistas que las representan y en virtud de ello, sienten la irrefrenable necesidad de comportarse como auténticos mentecatos, con el fin de obtener sus quince minutos de gloria catódica, aunque tan infantil comportamiento, vaya en detrimento de su propia imagen. ¿Exagero? Creo que no. Si no, recordad el enfrentamiento entre Pedro Muñoz y los tenistas españoles, encabezados por Rafa Nadal. O las descabelladas predicciones de José María Odriozola, presidente de la Federación Española de Atletismo, que antes de Pekín 2008 pronosticó entre 8 y 10 medallas en esta disciplina, para terminar volviéndonos con cero metales. O Ángel Villar y sus declaraciones de borrachín alegre y despistado, tras el triunfo en la Eurocopa. Y para qué seguir.

La segunda, de carácter energético.

Resulta curiosa la coincidencia espacio-temporal, entre el reciente intento por parte de determinados grupos políticos y sociales, de abrir un debate sereno y argumentado sobre la necesidad de construir nuevas centrales nucleares que nos independicen energéticamente del exterior y la aparición en los medios gubernamentales de oportunos accidentes o incidentes, registrados en algunas de las centrales que actualmente se encuentran en funcionamiento. Reconozcámoslo. Son unos auténticos artistas. Si existieran unos galardones internacionales que premiaran a los gobernantes con menos escrúpulos y a los políticos más hipócritas, más oportunistas y más destacadamente manipuladores, nuestros socialistas encabezarían el medallero un año tras otro.

La tercera, de naturalez política.

Pese a la magnitud de la tragedia ¿hasta qué punto es necesario que Zapatero dé a luz a un mini gabinete de crisis para gestionar -soy benévolo, lo reconozco- la catástrofe de Barajas? ¿A qué tanta ocultación de datos a familiares, medios y opinión pública? Aunque una gran parte estén carbonizados e irreconocibles, ¿es creíble que desde un punto de vista estrictamente técnico, se precise más de una semana para completar la identificación de, a lo sumo, 120 cuerpos?

Con Zapatero en el Gobierno, cualquier hipótesis por alucinante que parezca, resulta posible y plausible. Desde la ocultación de la realidad para eludir la responsabilidad gubernamental en la ineficaz labor de AENA como organismo regulador y controlador del tráfico aéreo y de las compañías que operan en España, hasta el intento deliberado de esconder un escenario mucho más siniestro y estremecedor.

La cuarta, de tipo cinematográfico.

Bajo el nada pretencioso título de "Los girasoles ciegos", José Luis Cuerda, célebre realizador español, sólo comparable en talento a un puñado de dioses del Olimpo cinematográfico como Kubrick, Spielberg, Ford, Coppola, Allen, Lucas o Lubistch, ha dado forma a una historia cargada de ingenio creativo, fuerza y originalidad. El argumento, necesariamente merecedor de un Oscar al Mejor Guión Original, centellea, deslumbra y rasga el firmamento cinematográfico patrio, gracias a su innovador, arriesgado y audaz planteamiento: recién terminada la Guerra Civil española, un despiadado clérigo que simpatiza abiertamente con Francisco Franco, el tirano más sanguinario que han conocido las edades humanas, se dedica a perseguir sin tregua a un pacífico ex-combatiente republicano, al que su mujer oculta en las estancias secretas de su casa. Al tiempo, el sacerdote, cuya protervia infinita convierte de un plumazo en inocentes aprendices del mal al Joker, a Lord Vader y a Freddy Kruger, trata de satisfacer sus deseos más inconfesables con la bella esposa del valeroso luchador por la libertad.

Lo dicho, una producción comprometida y emocionante en la que destacan unos personajes elaborados, trabajados y alejados de cualquier tentación maniquea, así como un revelador y escrupuloso respeto por el marco histórico en el que se desarrollan los acontecimientos. Una cinta indispensable, obra de un director sublime, a la que sólo esperan el reconocimiento, la loa y la admiración del público, así pasen los siglos.

Lucio Decumio.

No hay comentarios: