A nivel diplomático, en pocas ocasiones quedará mejor retratado el actual Gobierno presidido por Zapatero, como tras los acontecimientos que se han vivido en los últimos días y que han tenido su origen, en dos países africanos.
El ridículo a que nos hemos visto abocados los españoles en el ámbito de las relaciones internacionales desde Marzo de 2004, ha sido una de las constantes de este Gobierno de todo a cien. Antiamericanismo adolescente, rendición incondicional ante el empuje de cualquier gobierno u organización de corte islámica y fiel soporte al creciente populismo latinoamericano, han sido los principales travesaños en los que se ha sostenido, la política exterior más surrealista, absurda y por extensión, antinacional, que se recuerda en un país occidental.
Las guindas provisionales a este pastel de ignominia y desatención de nuestros intereses -jamás hay que fiarse de un gobierno que nos tiene acostumbrados a sobrepasar una y otra vez los límites de la indignidad y la desvergüenza-, las han puesto por un lado, la penúltima crisis artificial desatada por el Sultán Arcoiris, esta vez, a cuenta de la visita de los Sus Majestades los Reyes a Ceuta y Melilla y por otro, la estremecedora incapacidad de nuestra diplomacia, a la hora de intentar resolver la delicadísima situación por la que ha atravesado -algunos todavía siguen allí-, la tripulación española del vuelo que llevaba a Francia, varias decenas de niños chadianos, presuntamente huérfanos.
Las hemerotecas recordarán por los siglos de los siglos, que fue el Presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, quien echándose sobre los hombros todo el peso de la crisis en el Chad, viajó hasta este remoto país africano para conseguir la liberación de las azafatas españolas y los periodistas franceses. Además, también quedará escrito y grabado y si no, al tiempo, que fueron las presiones y gestiones de la diplomacia francesa, las que lograron la definitiva puesta en libertad del resto de tripulantes y cooperantes.
Por contra, las crónicas hablarán de un Zapatero agazapado en su Palacio de Cristal, enfrascado en la noble tarea de introducir la quinta enmienda en el articulado de su Alianza de Civilizaciones, con el objetivo de que cara al futuro, cualquier satrapía o dictadura asiática, africana o sudamericana, se sienta libre de retener a cualquier occidental en sus pestilentes pero ejemplarizantes mazmorras, por el mero hecho de ser hijo de alguna decadente democracia capitalista y colonialista.
Lamentablemente, ahí no ha terminado todo. Siendo grave la inacción de Moratinos y Z ante el desafío planteado por los gobernantes chadianos y la lamentable situación que vivían nuestros compatriotas en aquel país, más criticable resulta aún, la callada de ambos ante la catarata de desafíos, improperios y amenazas proferidas por el régimen del Monarca Sarasa, frente a la visita de los Reyes de España a Ceuta y Melilla. Intuyo lo que Zapatero y su Gobierno de incapaces le deben a la reina Mohamed VI de Marruecos, para mostrarse siempre tan genuflexos y solícitos ante nuestro taimado vecino del sur. Sin embargo, no puedo decirlo en este foro, pues carezco de pruebas que avalen mi tesis.
Pero como decía antes, nunca hay cota de indiginidad lo bastante alta, como para que el Gobierno o alguno de sus miembros, no se sienta capaz de superarla. En pleno conflicto diplomático con el peligroso e iracundo dictador magrebí, que una vez más vuelve a hacerse el ofendido con España retirando a su embajador de Madrid, el Ministro de Asuntos Exteriores del Reino de España -no el titular de Economía, no el titular de Sanidad, no la titular de Fomento- se marcha durante el fin de semana a Marruecos.... en visita privada, es decir, de vacaciones.
Como decía en el encabezamiento, no hay palabras para describir tanta displicencia, tanta falta de interés por las tareas encomendadas, tanta irresponsabilidad y tanta ineptitud.
Queridos amigos, estos son nuestros gobernantes. Son como esos compañeros de trabajo que muchas veces nos hemos cruzado e incluso, como esos jefes que en alguna ocasión, todos hemos tenido: incapaces de resolver y de afrontar el trabajo que tienen que hacer, pero maestros a la hora de derivar responsabilidades y acusar a los demás de sus propias miserias.
Lucio Decumio.
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