Parecerá obvio, pero en la España actual, hace falta decir muy alto y muy claro, las cosas más evidentes, pues la manipulación, la mentira y el embuste, se han convertido en la moneda de curso que emplea el Gobierno para tratar de alterar y modificar la realidad a su antojo. Tendrán sus defectos y sus virtudes, harán las cosas mejor o peor, pero no son el Partido Popular o sus dirigentes, el origen de los recientes y furibundos ataques contra la Monarquía, los símbolos nacionales o los simpatizantes de otros grupos políticos.
Ya tardaban. Nuevamente, en un sobresaliente ejercicio de hipocresía política, el PSOE ha puesto en marcha toda su maquinaria mediática y su bien conocida capacidad a para liquidar la verdad y la decencia. En esta ocasión y con el fin de tratar de ocultar sus vergüenzas y su colaboracionismo en la demolición del régimen constitucional junto a un ramillete de partidos antisistema, tratan de invertir la carga de la prueba y acusar al Partido Popular y a sus medios afines, de orquestar una campaña contra la Monarquía y contra los símbolos de la Nación.
Hasta donde yo sé, han sido los socios nazionalistas de Zapatero, quienes han vituperado, insultado y despreciado a los símbolos que representan la unidad y la pervivencia de la Nación, como son la Corona y la Bandera Nacional. Si alguien ha olvidado los episodios de la quema de retratos de la Familia Real en Cataluña o la persistente negativa de docenas de ayuntamientos gobernados por los separatistas vascos, catalanes e incluso gallegos, a hacer ondear la Bandera Nacional en los balcones de las casas consistoriales, yo se lo recuerdo a los desmemoriados. Han sido la Esquerra, CiU y sus cachorros en Cataluña y el PNV, con Anasagasti a la cabeza, quienes más han despuntado en esta nueva ofensiva independentista contra la unidad nacional.
Pero no sólo han sido aquéllos. Como viene siendo habitual desde que ZP se encaramó primero a la Secretaría General del PSOE y después a la Presidencia del Gobierno, un gran número de dirigentes socialistas y de ayuntamientos gobernados por alcaldes elegidos en las listas del partido de Pepiño y ZP, se han unido con entusiasmo y alborozo a las iniciativas radicales de sus socios nazionalistas, obviando el cumplimiento de la Ley de Banderas en sus respectivos municipios. Adicionalmente, en muchos de estos pueblos, los caciques locales se han aplicado con denuedo y fervor, a la tarea de erosionar y socavar el ordenamiento constitucional, aprobando mociones que reclaman la instauración en España, de una III República que sustituya a la actual Monarquía Parlamentaria.
Para terminar, los senadores de la Entesa Catalana -básicamente un grupo de primates vestidos de traje y corbata que se enseñorean por el Senado Nacional-, reclamaron hace escasos días, que la Jefatura de las Fuerzas Armadas se le retirara al Monarca y recayera en el Presidente del Gobierno. Mayor vileza, imposible.
A todo ello hay que unir episodios estremecedores, como las amenazas de muerte a miembros del Partido Popular en Cataluña, que crecen día a día en volumen e intensidad, la pesada espada de Damocles que pende sobre los cargos electos y los simpatizantes del PP y el PSOE -sobre éstos cada vez menos- en el País Vasco o las recientes admoniciones mafiosas contra Albert Rivera, por parte de afiliados, cómo no, de la cordial y exótica ERC.
Pues bien, aunque no sorprende su desfachatez, pues la han mostrado en innumerables ocasiones, los socialistas vuelven a poner en funcionamiento toda su musculatura trilera y fullera, para tratar de convencer a propios y extraños de que los más graves ataques a la Monarquía y a los símbolos nacionales, no provienen de ellos mismos o de sus aliados independentistas, sino del Partido Popular y de los medios afines.
Hace falta tener el rostro de pedernal. Hace falta estar seguro de que nada malo les va a suceder, ni cuando cometen los delitos, ni cuando acusan descaradamente a otros de cometerlos. Hace falta estar hiperlegitimado moralmente y sobre todo, hacer gala de una falta de vergüenza rayana en la pornografía, para tratar de voltear de una manera tan obscena, la verdad de las cosas.
Lo peor de todo, es la condescendencia, el apoyo, la sonrisa y la complicidad, antes implícita y ahora explícita, demostrada por el PSOE hacia los desmanes, los abusos y las amenazas que cometen los separatistas vascos y catalanes y porqué no decirlo, un número creciente de socialistas, contra los adversarios políticos por el mero hecho de serlo. Es obligación del gobernante democráticamente elegido, proteger al agredido y castigar al criminal. Sin embargo, entra en una peligrosísima espiral si tal y como sucede en la actualidad, pervierte su función vigilante y anima y justifica al agresor con su complacencia o inacción. Con ello, legitima la acción violenta como herramienta política y resta puntos de su condición humana, a la víctima.
Eso es lo que está haciendo el PSOE, que nadie lo olvide.
Lucio Decumio.
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