28 septiembre 2007

Lo que nos espera

La bandera de España es símbolo de unidad, igualdad, democracia, convivencia y libertad. Frente a quienes propugnan el enfrentamiento, la rivalidad y el odio entre españoles, azuzado por banderas y lenguas regionales utilizadas de forma partidista y totalitaria, ha de alzarse majestuosa, respetuosa y conciliadora, la Enseña Nacional.

Ya he hablado en numerosas ocasiones de la infinita capacidad del PSOE y de quienes le apoyan y secundan en cualquier aventura por las periferias del sistema -o viceversa, que tanto da-, de agitar y manipular a la opinión pública hasta el punto de generar en ésta, un hartazgo y un hastío de tal calibre, que terminan por hacerle bajar los brazos y claudicar ante las exigencias políticas que se esconden tras la sucesión de algaradas, amenazas, altercados, manifestaciones y declaraciones incendiarias.

Llevan hasta el extremo y adaptadas a los tiempos que corren, las máximas leninistas acerca de la violencia y la mentira como herramientas políticas encaminadas a la consecución y mantenimiento del poder. Lo vimos en la antesala de las Elecciones Generales de 2004, cuando todas sus batería mediáticas y sus regimientos de apoyo político perfectamente cosidos al tejido social, actuaron al unísono con el fin de alterar la voluntad popular mediante un ejercicio sobresaliente de agitación, propaganda y consignas antigubernamentales. Con ello, transmutaron el dolor y el llanto de toda una Nación, en repulsa y odio hacia sus dirigentes, a los que señalaron como responsables últimos de la matanza, en virtud de sus decisiones políticas previas.

Tras varios meses sin haber escrito una sola línea, creo necesario recordar que al margen de todo los dicho previamente, que es lo obvio, lo que nadie es capaz de negar salvo que encuentre justificable la agresividad física y verbal mostrada por el PSOE y sus acólitos durante aquellas terribles fechas, soy de los que siempre ha estado convencido de que aquellos repugnantes episodios, fueron sólo el colofón de un proceso mucho más oscuro y siniestro, en el que muchos de quienes clamaron contra el Gobierno del Partido Popular y extendieron la idea de que los atentados fueron una venganza islamista por nuestro apoyo al derrocamiento de Sadam Hussein, fueron activos partícipes en la preparación de los mismos.

El socialismo, el comunismo y el nacionalismo, se mueven como delfines en el mar cuando el clima político, social e institucional es más confuso, está más enrarecido y envenenado. Es lógico que así sea, pues han sido ellos quienes han dado lugar de forma premeditada, a las condiciones previas -mediante declaraciones, actos o manifestaciones- que han terminado desembocando en ese estado de cosas. Es decir, han creado artificialmente, la atmósfera en la que mejor respiran y en la que mejor se expresan, precisamente la misma, que asfixia y atenaza a quienes apuestan por la tranquilidad, el sosiego, la convivencia y la solidaridad como fundamentos sociales básicos.
Las condiciones previas que favorecieron el estallido semi-revolucionario vivido entre el 11 y el 14 de Marzo de 2004, fueron muchas, pero hay que destacar especialmente dos: las movilizaciones relacionadas con el hundimiento del Prestige y las manifestaciones convocadas contra el apoyo político ofrecido por Aznar a Bush para invadir Iraq y derrocar a Sadam. En ambas, socialistas, comunistas y nacionalistas, calentaron motores y adquirieron experiencia de campo para lo que vendría después.

Se acercan las Elecciones Generales de 2008 y quienes se tomaron tantas molestias para tumbar al Partido Popular de la forma en que lo hicieron en el año 2004, en ningún momento, ni entonces ni ahora, han contemplado la posibilidad de que aquel esfuerzo sirva para permanecer en el poder únicamente cuatro años. Saben si embargo, que los argumentos de entonces -Prestige, Iraq- están, a día de hoy, oxidados, así que es preciso enarbolar nuevas banderas y pendones con los que exaltar a las huestes propias, así como afilar y bruñir nuevas picas con las que agredir y agotar a las ajenas.

Al margen del pasmo que nos han producido todos los ignominiosos capítulos que hemos tenido la desgracia de contemplar durante esta legislatura en todos los terrenos; económico, educativo, familiar, nacional, nacionalista, internacional, internacionalista, diplomático, inmobiliario, terrorista, pro-terrorista, migratorio, militar... y que han ido causando un desasosiego y un cansancio sin parangón en la sociedad, Zapatero y sus aliados arremeten a falta de seis meses para los comicios generales, con dos peligrosísimos arietes que amenazan con hacer saltar por los aires los goznes, los anclajes y las soldaduras de nuestro sistema institucional: los símbolos nacionales y la Monarquía.

No es casualidad que cuando falta sólo medio año para las Elecciones, estos dos asuntos se hayan convertido en el eje central del debate político y periodístico. La idea final, la que yo al menos percibo, creo que con nitidez, es la creación, una vez más, de un clima de desistimiento y hartazgo en la sociedad, esta vez, en torno a la vigencia de nuestros símbolos y a la pervivencia de la Monarquía Constitucional como fórmula institucional de ordenamiento y convivencia política. Todo ello, con el fin de allanar el camino que facilite los últimos pasos hacia el cambio de régimen político que desemboque en no se sabe muy bien qué -III República, disgregación nacional, estado confederal...-, pero sí en algo muy distinto a lo que hemos conocido, vivido y disfrutado durante los últimos treinta años. Mejor dicho y con sus altibajos, quinientos quince.

El enconamiento social que de la confrontación política respecto a estos dos ejes puede derivarse, favorecerá sin duda la movilización y la participación de unas bases socialistas que en buena medida, estarán próximas a la abstención, pues habrán percibido la irritante incapacidad de los gobernantes actuales, para hacer frente a los problemas reales de los españoles y crear nuevos obstáculos donde no los había. Así que la derivación del debate político hacia estos dos aspectos, logrará una vez más, desviar la atención de los españoles de las cosas verdaderamente importantes, al tiempo que las viejas ensoñaciones republicanas y antimonárquicas de muchos miles de personas, tomarán cuerpo y sustancia y de su mano y de sus votos, viajarán también las "vigesimónicas" ansias revanchistas de políticos socialistas y nacionalistas.

Como dijo hace no mucho Eduardo Zaplana, España tal vez pueda aguantar una legislatura con Zapatero en el poder. Pero no dos.

Lucio Decumio.

26 septiembre 2007

Familia Real a la parrilla

Varios centenares de independentistas catalanes criados en el odio y el resentimiento hacia todo lo que signifique España, han despuntado durante las últimas semanas en los informativos y tertulias periodísticas, a partir de la perpetración de un delito de injurias a la Corona. El hecho delictivo consistió en la quema de varias fotografías de la Familia Real, a los que se añadió una recurrente y nada imaginativa catarata de insultos al Monarca y su familia, así como un buen número de poco veladas amenazas de muerte.

Vaya por delante que mi simpatía y respeto hacia la figura de Don Juan Carlos, ha disminuido considerablemente en los últimos tiempos, debido sobre todo a la preocupante inacción que manifiesta el Jefe del Estado ante la continua sucesión de ataques que sufren desde el Gobierno y sus aliados antisistema, instituciones y pilares básicos para el correcto funcionamiento de nuestro Estado de Derecho, como la Constitución, la Oposición, el Poder Judicial o la misma institución monárquica.

Sinceramente, creo que en su concepción maquiavélica del poder, el PSOE no tiene mayor empacho en chantajear al Rey y mantenerle atado de pies y manos. ¿Cómo lo hace? Yo creo que es bien sencillo. Aunque bajo mi punto de vista, Don Juan Carlos es una persona de bien, a buen seguro que tras más de 30 años como Rey de España, mantiene secretos de índole económico, sentimental o de otro tipo, que una vez trascendidos y convenientemente aireados por los medios de Prisa o Mediapro -que tanto dan a la hora de manipular y arrojar basura sobre los rivales del socialista poderoso de turno- podrían dar con los huesos del Jefe del Estado en los arrabales de Zarzuela primero y en un dorado y alejado exilio después.

El PSOE y sus acólitos saben que mantener la boca del Monarca sellada, es fundamental de cara a llevar a buen puerto sus planes de ruptura consitutucional y nacional, pues el prestigio del Rey ante los ojos de la opinión pública, aún es enorme y una llamada a tiempo desde la Casa Real que alertara sobre los peligros que se ciernen sobre España, sería tenida muy en cuenta por todos los españoles.

A lo que iba en un principio. Quemar fotografías de la Familia Real en Gerona o en cualquier otro punto de Cataluña, es sólo el penúltimo escalón de la "batasunización" que con gran éxito, llevan a cabo en esta región los partidos nacionalistas y antisistema, que en realidad y dejando aparte pequeñas diferencias formales en discursos e indumentarias, son todos los que allí tienen alguna representatividad, salvo el PP y Ciutadans.

La quema de esas imágenes, no es tanto un delito contra unas personas que ostentan la más alta representatividad institucional del Estado. Es un delito y un ataque contra el Estado mismo, pues su destrucción mediante las llamas del odio nacionalista y su conversión en cenizas, es la plasmación metafórica de la destrucción de la Nación, una demolición en la que que los nacionalistas se han empleado con particular éxito durante los últimos años, apoyados y secundados por quien debería ser el primer garante de la unidad de aquélla: el Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero.

Como viene siendo costumbre en éste y otros asuntos -léase amenazas y agresiones físicas a la Oposición, soldados españoles caídos en misiones en el exterior, ausencia de banderas nacionales en consistorios vascos o catalanes-, el Gobierno de Zapatero mira hacia otro lado y espera a que escampe, a que los informativos abran con otras noticias y a que este tipo de anomalías, se diluyan en el océano de preocupaciones que a diario nos aquejan. Todo ello con la intención de no poner en marcha los mecanismos correctores necesarios para resolver este tipo de problemas y sobre todo, también con la perversa idea de seguir convirtiendo en cotidianas, escenas de una anormalidad democrática alarmante.

Hace algunos meses, creo recordar que un viejecito apareció en una manifestación de la AVT con una fotografía de Carod Rovira ahorcado, crucificado o algo así. También recuerdo que se montó la de Dios es Cristo y que líderes de todo el arco parlamentario que apoya al Gobierno de Zapatero -por convicción o interés- salieron a la palestra para criticar no sólo a un pobre anciano que no había encontrado mejor modo de expresar su rechazo hacia una figura política de lo más repugnante, sino que también aprovecharon para identificar a toda la AVT y a todos los manifestantes, con la idea expresada por el abuelo.

La misma libertad de expresión que esgrimen socialistas, comunistas y nacionalistas para justificar la quema premeditada y perfectamente organizada de fotografías del Rey, así como las subsiguientes amenazas de muerte a los Borbones en Gerona, se la niegan a un viejecillo castellano cuando éste utiliza -a título individual- herramientas mucho menos agresivas y amenazantes para hacer ver su rechazo hacia un político navajero y tabernario como pocos.

No sucederá nunca, pero ¿cuál sería la reacción de todos estos sepulcros blanqueados, de todos estos campeones de la mezquindad y la ruindad política, si un puñado de madrileños, vallisoletanos o toledanos, arengados por algún iluminado ultraderechista, organizara una quema de señeras e ikurriñas en la Puerta del Sol?

Lucio Decumio.

12 septiembre 2007

Diada

Aborrezco las obras domésticas. Son realmente desagradables. Durante los últimos días, hemos estado empeñados en la rehabilitación de casi todas las habitaciones de mi casa y la verdad, ha sido un trabajo no tan agotador en el plano físico, como sí en el mental. Todo desorganizado, sucio y enrarecido. Un desastre que tarda siempre en ponerse en orden mucho más tiempo del previsto en un inicio.

¿Por qué razón empiezo tantas veces mis comentarios con asuntos que no van a tener absolutamente nada que ver con el argumentario posterior? Muy sencillo, es una forma de calentar motores, de no entrar en frío sobre aquello que quiero analizar o simplemente narrar, no sea que me vaya a lesionar y me vea obligado a guardar un largo período de convalecencia posterior.

Ayer y como cada 11 de Septiembre desde que tengo uso de razón, se celebraron en Barcelona los tradicionales actos de homenaje a Rafael Casanova, es decir, que tuvo lugar esa celebración estomagante, victimista y hasta hace poco, simplemente agresiva en el plano dialéctico, que es la Diada de Cataluña.

Lo que debería ser una simple fiesta en la que todos los catalanes pudieran disfrutar de un día de asueto -o de varios, dependiendo del día de la semana en que caiga-, gana cada año más grados de fervor nacionalista y demencia separatista. Las discursos de los líderes políticos, jaleados por unas bases cada vez más radicalizadas y alienadas, son cada vez más incendiarios y peligrosos para la normal convivencia entre los catalanes y entre ellos y los demás españoles.

La gravedad de las chulescas y desafiantes declaraciones pro-independentistas de las formaciones nacionalistas catalanas, así como los riesgos que suponen las amenazas nada veladas de muchos de los simpatizantes de estos partidos a quienes no comulgan con el credo racial y esencialista, son sólo el fruto de una alocada e insensata dinámica de apaciguamiento emprendida en los años de la Transición y vigorizada en los últimos tiempos con la aquiescencia y la bobalicona convicción de Zapatero y los suyos.

Por lo menos, hasta hace unos años, declararse simpatizante del Partido Popular en Cataluña, era una opción tan respetable como las demás, aunque algo folklórica si se quiere, para la masa nacionalista moderada que teóricamente, era mayoría en la región. Pero los procesos de reeducación histórica e inmersión lingüística emprendidos a partir de los años 80 en todas las ramas educativas catalanas -craso error de los gobiernos nacionales de aquella época, el transferir las competencias educativas a las comunidades autónomas gobernadas por los nacionalistas-, unidas a las diabólicas maniobras de arrinconamiento y deslegitimación del Partido Popular, emprendidas por el Gobierno de Zapatero y secundadas por sus aliados políticos y mediáticos, han obrado el milagro.

La que era una Comunidad Autónoma tradicionalmente respetuosa con la convivencia y los derechos de sus habitantes, se ha convertido en un campo de minas para quienes se niegan a disolver su libertad individual y sus convicciones políticas, en la nauseabunda marea negra del nacionalismo más montaraz y agresivo.

Entre todos hemos llenado el estómago de la bestia y hemos esculpido la amenazante musculatura que ahora pasea desafiante, pero son nuestros actuales gobernantes quienes han dado un paso más, abriendo la jaula en la que se encontraba, soltando la correa que la ataba a a los barrotes y azuzándola contra un determinado sector de la población. El problema es que el depredador no distingue entre unos y otros y más temprano que tarde, para él todo serán presas que cobrarse.

Lucio Decumio.

05 septiembre 2007

De vuelta, otra vez

Muchas cosas vuelven tras el verano. Los coleccionables más absurdos, los niños al colegio, los menos niños al instituto y a la universidad, los que trabajan a su trabajo y por último, algún antiguo "bloguero" a su envejecida y oxidada costumbre de escribir con cierta asiduidad en el pequeño espacio cibernético que un día creó, hace ya demasiado tiempo.

Confieso que he estado especialmente indolente durante los últimos meses, a la hora de aporrear el teclado con mi habitual soltura. Varias han sido las causas y como fórmula para purificar mi espíritu, las haré saber en las siguientes líneas.

La última entrada en mi blog data de Febrero de este año. Desde entonces, no pocos han sido los cambios y los problemas que mi vida ha ido experimentando. Desde aquella lejana fecha hasta el mes de Junio, mis compromisos laborales, bien relacionados por otra parte con el mundillo de la política y la comunicación, me obligaron a abandonar, muy a mi pesar, mi empeño comunicativo a través del ciberespacio.

Una vez concluidas mis tareas, con notable éxito por otra parte, hube de enfrentarme por enésima vez a lo largo de mi carrera profesional, a la injusticia, al desafuero y a la arbitrariedad. El cúmulo de atropellos fue de tal magnitud, que di de nuevo con mis huesos en las oficinas de empleo, o de desempleo, según se mire.

Aprovechando la llegada del estío y un más que seguro descenso de actividad en los departamentos de recursos humanos, decidí enfrascarme en una pequeña aventura idiomática. Me matriculé en un curso intensivo de inglés, que consistió en compartir mesa, mantel, conversaciones y experiencias durante una semana, con 23 personas de habla inglesa en un pequeño, olvidado y apartado villorrio de la provincia de Soria.

Por alguna razón que se me escapa -o quizás por muchas-, mi porcentaje de aciertos a la hora de atinar con las mejores rutas para dirigir mi carrera profesional o mi vida sentimental, es preocupantemente bajo. Sin embargo, doy por bien empleada la inversión realizada en esta convivencia, pues al margen del fuerte impulso que he experimentado a la hora de entender y hacerme entender en la lengua de Jessica Alba y Scarlett Johansson, he conocido a gente realmente maravillosa.

Reconozco que una vez finalizada mi estancia en Valdelavilla, la morriña me pudo durante unos días. Hasta que me marché, un año más, a disfrutar de unos días de asueto y diversión a la Feria de Málaga, lugar totémico para quien esto escribe, pues allí la fiesta está asegurada, la gente es extraordinaria y las mujeres, de bandera.

Ha llegado Septiembre y es hora de centrar mis esfuerzos en volver al mercado laboral en las mejores condiciones y en el plazo más breve posible. No estamos precisamente en un momento de nuestras vidas en el que podamos permitirnos el lujo de contemplar el paso de los minutos, las horas y los días como si fuéramos adolescentes. Espero que esta vez sí, la suerte esté por una vez y sin que sirva de precedente, de mi lado.

Lucio Decumio.