28 noviembre 2004

A la Reina de las Españas

Han pasado, sí, muchos años. Varias centurias, hasta cinco. Un día como hoy del año de Nuestro Señor de 1504, fallecía en Medina del Campo, provincia de Valladolid, el personaje más influyente, singular, carismático y decisivo de la Historia de España; Isabel I de Castilla, eternamente conocida como Isabel la Católica.

Pesadumbre y desazón a partes iguales me produce el olvido y la postergación que de su figura se ha hecho en los medios de comunicación en estos días, en los que se cumple el Quinto Centenario de su fallecimiento. Y no sólo eso. En los últimos años, los jerifaltes del miedo y de la revancha se han dedicado con denuedo y con éxito a mancillar y enlodar su figura, su obra y su significado. Ni recuerdos, ni alabanzas, ni glorias, ni loas, ni defensa de la que es, nada menos, que la Madre de España. Sólo ofensas, agravios, insultos y esputos.

Si los españoles estamos donde estamos, si hacemos lo que hacemos, si pensamos como pensamos, si hablamos como hablamos y si nos comportamos como nos comportamos, es gracias al empeño aglutinador de esta formidable mujer y de su no menos extraordinario esposo.

Por ello, vaya desde aquí mi máximo reconocimiento y estas humildes líneas para contribuir en la pequeña medida de mis posibilidades a sostener y a recuperar la memoria y los logros de esta Dama.

Casi desde su nacimiento, en 1451, Isabel hubo de afrontar enormes desafíos y descomunales intrigas. Hasta 1474, fecha en la que fue nombrada Reina de Castilla, tuvo que vérselas primero con su hermanastro Enrique IV el Impotente y más tarde, con los partidarios de la hija ilegítima de la esposa de Enrique, Juana la Beltraneja, aspirante al trono de Castilla hasta su derrota en el campo de batalla. Y con sólo 19 años se casó con otro adolescente de 18, Fernando de Aragón, heredero de la otra gran corona cristiana de la península.

Al lado de Fernando, vivió la Gran Reina las aventuras más asombrosas que quepa imaginar. Con la ayuda del Rey Soldado, Isabel puso en orden sus reinos, apaciguó a la levantisca nobleza castellana, controló los ímpetus expansionistas del vecino reino portugués y recabó voluntades, esfuerzos y ánimos entre patricios y plebeyos, para dar forma a su gran sueño; poner fin de una vez por todas a la secular tarea que tantos y tantos otros reyes cristianos habían dejado a medio terminar; la Reconquista al invasor musulmán, de la España visigoda.

Y por el camino, tuvieron tiempo de contener el espíritu belicoso de los reyes franceses que se abalanzaban una y otra vez sobre Navarra, Cataluña y Nápoles, conquistar y colonizar las Islas Canarias y en último término patrocinar y dar cobijo a aquel locuaz visionario llamado Cristóbal Colón, que en el mismo año en que concluyera la Reconquista, habría de lanzarse al Mar Océano a la búsqueda de nuevas rutas hacia las Indias, hasta topar, para su suerte y la de España, con el Nuevo Mundo.

Por todo ello y por su fortaleza de ánimo, por su ambicioso proyecto de cohesión y por su tenaz y triunfal lucha contra los grandes enemigos de la Europa Cristiana, cuales eran el agresivo turco y el turbulento norteafricano, ambos monarcas se convirtieron en la admiración y el asombro de toda Europa.

Pocos dirigentes, muy pocos monarcas, han hecho tanto por España como hicieron Isabel y Fernando. Su reinado está salpicado por algunas oscuras sombras que habrían de interpretarse en el contexto de la época y teniendo en cuenta la mentalidad de aquellas gentes. Pero es su magna obra política, su gran sueño unificador, su idea integradora y agregadora que buscó poner a todos los españoles a remar en un mismo sentido, lo que de verdad trasciende la figura de aquellos monarcas legendarios.

Aquella Reina y aquel Rey, con mayúsculas, amaron tan profundamente a España, que la consideraron viable, factible y realizable, haciendo gala de una visión de futuro sin par. Y así, percatándose de que de la unión, la combinación, la mezcla, la suma y la incorporación, sólo podría salir un estado fortalecido y compacto, capaz de afrontar los desafíos de los siglos ulteriores, tuvieron la grandeza de espíritu de situarse por encima de provisionales aspiraciones propias y ajenas, para poner las bases del crecimiento y desarrollo de una de las naciones más grandes que ha dado la Historia.

A la luz de los acontecimientos que nos toca vivir hoy en día, muchos de los cuales invitan al desistimiento, a la renuncia y al abandono de nuestras convicciones y de nuestro espíritu nacional, podría parecer más factible contemplar el futuro de España a quinientos días vista, que con otros quinientos años por delante.

Pero es ahora más que nunca, cuando enarbolando las banderas de la razón, de la palabra, de los argumentos, de la rectitud de espíritu, de la inteligencia, de la integridad, del entendimiento, de la libertad, de la justicia y del derecho, hay que aguantar, denunciar y combatir los embates, los embustes y las embestidas de los miserables que impúdicamente, escupen sobre la memoria y sobre la sangre de nuestros antepasados con la pretensión de acabar con nuestra democracia, con nuestra convivencia y con nuestra unión.

Lucio Decumio.

26 noviembre 2004

Gana el sentido común, pierde el rencor

La indignación entre la caterva independentista e izquierdista catalana, tras ser rechazado el reconocimiento de la selección regional por la Federación Internacional de Patinaje, es muy comprensible.

Afortunadamente, Carod Rovira y los suyos se han quedado sin su cautivador juguetito político, sin ésa astilla que podría haber servido de cuña con la que poder resquebrajar el tronco del deporte español en un sinfín de esquirlas regionalistas, pues para otra cosa no iba a servir, una selección catalana de hockey sobre patines independiente de la española.

Sólo yo puedo saber cuánto me alegra el hecho de que por fin y aunque haya sido de modo exógeno, alguien, algún organismo, alguna instancia, haya parado los pies a este ajusticiador del sentido común, a este verdugo de la convivencia, en fin, a este chantajista chulesco y tabernero que en los últimos meses, está poniendo premeditada y obscenamente en jaque, la indulgencia, la permisividad y la paciencia de millones y millones de españoles.

Pero desafortunadamente, cuando este tipo de sujetos ha de afrontar esta clase de contratiempos, no lo hace desde la coherencia y el raciocinio, ni mucho menos desde el replanteamiento de sus posturas maximalistas, sino que en sentido contrario, redoblan sus esfuerzos disgregadores y sus ansias de revancha. El lenguaje mafioso, crispante y amenazador que ha empleado Carod a la hora de calificar la negativa de la Federación Internacional de Patinaje a reconocer a Cataluña como integrante de la misma, sólo es el penúltimo botón de muestra del carácter acomplejado, vengativo y resentido de este peligrosísimo dirigente independentista.

Todo esto es muy sencillo. Quienes políticamente viven de abonar el enfrentamiento entre españoles de uno y otro lugar, de alimentar el odio y el resquemor entre ellos, de cultivar rencillas inexistentes, de buscar, encontrar y dar forma a conflictos que sólo tienen vida en sus enfebrecidas mentes aldeanas, sólo pueden observar la convivencia pacífica, recíprocamente constructiva, solidaria y leal, con los ojos de aquel al que se le suprime el sustento, el alimento y el aliento vital que le mantiene en pie.

Individuos como Carod, Ibarreche, Arzallus, Egíbar, Benach o Bargalló y en menor medida otros como Maragall, Mas o Anasagasti, viven de eso. Su maná político y económico brota del caudal de inquina y enemistad que arrastra la corriente del río de hostilidad que ellos mismos han puesto en marcha entre sus votantes.

Mientras, no sólo no se ruborizan a la hora de tratar con los peores malhechores para obtener de ellos o junto a ellos, el máximo beneficio para sus desquiciadas causas; no sólo no pierden la vergüenza ante sus pactos oprobiosos con fúnebres criminales; no sólo no se sofocan cuando se les recuerdan esos tratos o cuando se demuestran sus sobornos, sus cohechos y sus corruptelas; como tampoco padecen el menor sonrojo cuando en nombre de pueblos a los que no representan ni de lejos en su totalidad, se arrogan la representación absoluta de los mismos. No, no se conforman con eso. Las más de las veces, en el colmo de la ruindad, son capaces de retorcer la realidad de tal modo que quienes les denuncian por sus prácticas bravuconas y chulescas son los que terminan dando explicaciones por algo que ni siquiera han hecho.

Tienen la maniobra perfectamente sistematizada. Escudándose en las viejas tácticas totalitarias que buscaban la identificación conceptual entre el líder carismático y el pueblo al que pretendía gobernar o liberar, hacen rebotar cualquier crítica a su gestión o a sus actos sobre el pueblo del que se manifiestan sus únicos y legítimos representantes. Así, convierten legítimas diatribas a su gestión política en permanentes e injustificados ataques estatales contra los pueblos, las comunidades o las regiones que gobiernan o pretenden dirigir. Finalmente, la ciudadanía más próxima a los postulados políticos de estos conflictivos mandatarios y menos preparada académicamente, termina por encajar como propia, cualquier censura que reciba el gobernante regional de turno, retroalimentándose así, el peligroso círculo vicioso.

Porque, cuando ERC, por la embusteras bocas de Carod, Bargalló y Benach denuncia que desde España o el Gobierno Español, se han producido "maniobras muy sucias" y "presiones típicas de dictaduras" para evitar que la selección catalana de hockey sobre patines fuera reconocida por la Federación Internacional, sabe que está invitando al conflicto y al enfrentamiento gratuito entre españoles, sólo porque no se han plasmado en la realidad, sus febriles y quiméricos sueños independentistas.

A este respecto, olvidan deliberadamente las presiones y los sobornos que desde la Generalitat que ellos coadyuvan a mal gobernar, se promovieron ante innumerables instancias para que la Federación Internacional de Patinaje reconociera provisionalmente a la Federación Catalana entre sus integrantes -como sucedió en Marzo- y luego, que se aprobara su definitiva inscripción en la Asamblea General que ayer tuvo lugar en Fresno, California.

Sin embargo, no es en lo anterior donde la carga de demagogia, de mala fe y de vileza queda más patente, pues la acusación a España de no saber articular su propio deporte dentro de sus propias fronteras, sólo porque no se da salida a sus descabelladas peticiones independentistas, sólo puede calificarse de perversión moral y política sin parangón.

Y para rematar, en un acto revanchista y vengativo como pocas veces se habrá visto o se verá, llaman a todos los catalanes y a todas sus instituciones a no apoyar la candidatura de Madrid para organizar los Juegos Olímpicos de 2012. Es cristalino. Desde que supieron que gozaba de notables posibilidades, a estos apóstoles del rencor y del resentimiento nacionalista, no les dejaba de escocer como el peor de los pruritos, la idea de que Madrid pudiera llegar a tener la oportunidad de hacer sombra a Barcelona a través de la organización de unos Juegos. Aunque bien pensado, da igual; de haberse producido hoy el reconocimiento de la Federación Catalana de Hockey sobre Patines a nivel internacional, ya se hubieran encargado de buscar y encontrar otro motivo o excusa en el que parapetarse para retirar su apoyo a Madrid 2012.

Particularmente y ya termino, no descarto que en breve, Carod Rovira y sus sicarios busquen el desquite a este revés. Y ése, bien podría ser el penúltimo chantaje al Gobierno de la Nación para que retire su favor a la candidatura olímpica de Madrid, a cambio del voto favorable de ERC a los Presupuestos Generales. Trampa en la que también podrían involucrar a la propia Generalitat, obligándola a hacer una declaración institucional en la que se retractara de su apoyo a la opción olímpica madrileña.

¿Extraño? ¿Disparatado? ¿Absurdo mi planteamiento? Yo creo que no, pues si tenemos en cuenta el perfil atravesado y retorcido de estos individuos, su trayectoria vital, política y moral y sobre todo, las públicas bajadas de pantalones que han obligado a efectuar al Gobierno de Zapatero en el conflicto, -también intencionadamente abierto por ellos- en torno a la lengua valenciana, ninguna jugada sucia es descartable.

Lucio Decumio.

20 noviembre 2004

Ganas de enredar

Una de las peores cosas que tiene el hecho de vivir de modo absolutamente permanente en tu país y dedicar apenas cuatro días de tu existencia a viajar por el resto del mundo, es que llega un momento en que piensas que algunas cosas que suceden en tu patria, sólo acaecen aquí. Pero no es así.

Al hilo de lo sucedido en el preámbulo, desarrollo y epílogo del partido internacional amistoso que disputaron ayer las selecciones de España e Inglaterra, uno se percata de que hasta democracias tan avanzadas y tan asentadas como la británica, son capaces de entrar desde todos los niveles, en el juego sucio que la asfixiante corrección política que todo lo ve, todo lo oye y todo lo controla, se empeña en hacernos disputar.

Y es que desde que Luis Aragonés abriera la espita hace unas semanas durante un entrenamiento de la Selección, con una arenga a José Antonio Reyes en la que vertía algunos comentarios teóricamente ofensivos hacia la figura y el color de la piel de Thierry Henry, la prensa británica no se ha cansado de retroalimentarse con titulares e informaciones referidas al presunto espíritu racista que demuestra el seleccionador nacional. Actitudes -de palabra y de obra- mil y una veces desmentidas por éste, por sus más estrechos colaboradores y por no pocos jugadores negros que han estado a su cargo en innumerables equipos de nuestra Liga.

Todo podía haber quedado ahí, pero los encuentros amistosos disputados esta semana por las selecciones absolutas y sub-21 de ambos países, han reabierto la polémica. Hasta tal punto, que la Federación Inglesa de Fútbol e incluso el Primer Ministro Británico, han solicitado que se abran investigaciones a nivel FIFA y UEFA y si llega el caso, se sancione a la Federación Española por los silbidos y los abucheos que el público congregado en el Bernabéu le dedicó a los jugadores negros de la selección inglesa.

La evidencia de las intenciones de los dirigentes deportivos, que han arrastrado consigo a los políticos británicos, saltan a la vista. De otra cosa no se trata sino de sacar las cosas de quicio y de intentar ocultar la pésima imagen futbolística ofrecida en Madrid, abriendo una espectacular cortina pirotécnica que distraiga y desvíe la atención de su público y de sus aficionados, hacia otros derroteros en los que el análisis deportivo quede aparcado y se entre de lleno en la intención revanchista frente a un presunto agravio contra el orgullo igualitarista de la sociedad británica. Asimismo, es perfectamente posible que todo esta aparatosa maquinaria de acoso y derribo propagandístico edificada contra Luis, la Federación y los aficionados españoles, tenga no poco que ver con la disputa que Londres y Madrid mantienen por la organización de los Juegos Olímpicos de 2012.

Dejando al margen las intenciones últimas que persiguen los británicos cuando nos intentan golpear con un martillo elaborado de mentiras y demagogia, conviene retomar el análisis de lo que a mi entender puede o no puede considerarse como racismo.

El caso que nos ocupa -las arengas de Luis y los abucheos a los jugadores negros de la selección inglesa- es un ejemplo típico a través del cual, los sectores menos preparados y los más manipuladores se estancan premeditadamente en el hecho y en su juicio, al tiempo que evitan trascenderlo mediante la profundización en las causas o en el contexto en que se originó.

Porque, ¿alguien puede decirme en cuántos campos de fútbol españoles se abuchea actualmente a jugadores negros por el simple hecho de serlo? Obviamente, en ninguno. ¿Y ello por qué? Muy simple. Al margen de que la sociedad española no es racista, salvo casos esporádicos en los que no tengo tiempo ni ganas de entrar, es preciso tener en cuenta que en todos los clubes de la Primera División Española y seguramente de la Segunda, hay jugadores que proceden de otros países y de otras razas diferentes a la nuestra. Por lo tanto, insultar al búlgaro, al camerunés o al argentino del equipo visitante por el mero hecho de haber nacido en lejanas tierras o lucir un tinte epidérmico algo más oscuro que el de los oriundos, significa que en última instancia, se está ofendiendo igualmente al búlgaro, al camerunés o al argentino que viste la camiseta local. Un disparate, en definitiva.

Así pues, a la vista de esto último que digo, tal vez haya que entrar en otro terreno para analizar las razones de tan sonoras broncas a los jugadores negros de la selección inglesa. Y ese solar no es otro que el de la constante y violenta provocación -a la que la connivencia del árbitro puso la guinda- que los futbolistas británicos pusieron en práctica en cuanto se vieron superados por nuestros jugadores en todos los niveles. El público del Bernabéu, harto de ver volar por los aires y rodar por los suelos a los nuestros, tiró por la calle del medio y retomó el hilo del conflicto que venían manteniendo Aragonés y la prensa británica, para atacar donde más daño podía hacer, esto es, pitando e insultando a los jugadores negros de la selección de Su Graciosa Majestad.

Un partido de fútbol es sudor, fuerza, pasión, vehemencia y entusiasmo; y no sólo entre los jugadores, también entre el público que acude a presenciar el espectáculo al estadio. A esas temperaturas ambientales, con la tensión acumulada por la emoción y la presión, todos, jugadores y público, dicen auténticas barbaridades, pero que han de quedar circunscritas al ámbito en el que se producen, es decir, el estadio. La violencia verbal en un marco como ése, es tan efímera en nuestra memoria y en nuestro espíritu, como la figura y el recuerdo del octavo rey godo. Además, quien no haya dicho cosas en caliente de las que luego se haya arrepentido, que tire la primera piedra.

Es tan sencillo como lo explico, pero para la prensa inglesa y para los políticos oportunitas -de dentro y fuera de nuestras fronteras- este tipo de acontecimientos suponen un balón de oxígeno para sus tiradas por un lado y para sus ridículas apariciones públicas, por el otro.

Con el potente calificativo de racista -al igual que con otros tan mediáticos y tan destructivos como éste- se juega en muchas ocasiones de modo irreflexivo. Acusar a alguien de tal es muy sencillo, pues basta un pequeño e insignificante detalle que no debería tener la más mínima trascendencia, para crear una enorme bola de nieve que luego es muy difícil detener.

El racismo, una vez que ha anidado en el espíritu, es una actitud que se extiende en el tiempo y que termina por desembocar en un comportamiento de índole violento que rechaza por sistema y sin argumentos, a quien es distinto. Por contra, detalles o declaraciones coyunturales que tienen su origen en un recalentamiento circunstancial de nuestro ánimo no pueden considerarse, bajo mi punto de vista, como muestra de racismo y sobre todo, no deberían mover al escándalo público ni al escarnio de quien las profiere.

Lucio Decumio.


17 noviembre 2004

Los lobos se aprovechan del "lobby"

Aunque haya cosas que se tengan por sabidas, conocidas y asimiladas, éstas no dejan de sorprendernos y de pasmarnos. Un ejemplo gráfico de lo que digo, es la permanente desfachatez y la singular desvergüenza de que hacen gala, un día sí y otro también, los dirigentes del PSOE, cuando de volverse atrás sobre lo dicho, se trata. No recuerdo muy bien las fechas, pero apenas deben haber pasado tres o cuatro meses desde que encabezados por su Secretario General, José Blanco y secundados por sus formidables regimientos de artillería mediática, los socialistas, ya en el Gobierno, se lanzaran a la yugular del PP y de José María Aznar, para acusarles, consciente y aviesamente, de haber utilizado dinero público para la contratación de los servicios del bufete americano Piper and Rudnick, cuya misión habría de ser -siempre según la propaganda del actual régimen- la de promover la imagen de Aznar en los Estados Unidos y presionar ante el Congreso Norteamericano para que al anterior Presidente del Gobierno, le fuera concedida la Medalla de Oro de la citada institución.

Lo dicho, nada nuevo bajo el Sol. Siguiendo su inveterada y decimonónica costumbre, mintieron y manipularon a la opinión pública, recortando y retocando a su antojo, la realidad de los hechos. Así, cuando los dirigentes del Partido Popular quisieron salir a la palestra para defender el contrato que el Gobierno de Aznar había firmado con el mencionado "lobby" de Washington y las razones de Estado que a ello movieron, el daño ya estaba, como en tantas otras ocasiones, hecho.

Ni siquiera las declaraciones del mismísimo Felipe González pudieron amortiguar el traicionero golpe de Pepiño, la SER, Canal + y demás demagogos. El que fuera presidente del Gobierno durante catorce años, manifestó públicamente que ese tipo de contratos con ese tipo de empresas, eran moneda de cambio habitual durante su etapa en el Gobierno, pues la labor de campo que desempeñaban para mejorar la imagen de España ante los estadounidenses, era muy notable y apreciable, especialmente en el terreno económico. Pero ya daba igual. Como decía, al traje se le había arrojado premeditamente otra mancha.

Su estrategia política -si es que hay política en esa estrategia- ha seguido una pauta común en los últimos dos años. El hundimiento del Prestige, el atentado del 11 de Marzo, el accidente del Yakovlev-42 o la Guerra de Iraq, han sido las partes de un todo que ha sido retorcido, manipulado y utilizado en su propio beneficio político, sin importarles el resultado de las medidas paliativas o preventivas que el Gobierno de Aznar pudiera adoptar ante estos acontecimientos, pues desde sus medios afines, daban como irrebatible ante la opinión pública, la certeza de que el Gobierno del PP, mentía o hacía dejación de sus funciones.

Lo crucial, lo crítico, era desgastar a sus rivales y asaltar el Poder a través de cualquier método, utilizando del modo más sucio y tabernario, los citados hechos. Y desafortunadamente, la consigna no sólo fue válida hasta que llegaron al Gobierno de la Nación. A la luz de los últimos acontecimientos relacionados con la investigación parlamentaria del 11-M, queda perfectamente claro que el eje central de la acción política del PSOE, ante la ausencia de ideas o planteamientos propios, sigue siendo la erosión de José María Aznar, del PP y de su etapa de gobierno.

Pero a medida que pasan los meses, sus pecados de intoxicación y de falseamiento de la realidad, se les presentan una y otra vez y del modo más obstinado posible, ante sí. Las sombras de aquellas faltas, se empeñan en recordarles cuáles fueron y cuáles siguen siendo, sus obtusos métodos para hacer política y los resultados que de ellos obtienen a medio y largo plazo.

Ahora, Zetapero y sus adláteres en el Gobierno, vuelven a cargarse con unos cuantos quintales más de oprobio y deshonra, pues es en estos momentos, tras la absurda, inexplicable e infantil catarata de agravios perpetrados contra los Estados Unidos, cuando más se ven en la obligación de continuar utilizando los servicios de Piper and Rudnick para que la imagen de España y sobre todo la de su Gobierno y su Presidente, no sigan cayendo a la misma velocidad que un tiesto desde una terraza.

Eso sí, no le arriendo el beneficio a Piper and Rudnick. Tal y como están las cosas entre Bush y Zetapero, los abogados y los consultores de esta empresa van a tener que multiplicarse y hacer horas extras hasta el amanecer, para que el tiesto no termine despedazándose contra la acera.

Lucio Decumio.

09 noviembre 2004

¿Le dejo recado o vuelve a llamarle un poco más tarde?

Muy parecida a ésta, debe ser la contestación que la operadora de la Casa Blanca ofrece al Presidente Rodríguez, cada vez que éste trata de ponerse en contacto con el recién reelegido Presidente Bush.

¡¡Qué descortesía y qué demostración de prepotencia y hegemónica chulería la de este yanqui!!, pensarán alarmados y escandalizados nuestros intrépidos gobernantes y sus leales y honrados socios parlamentarios.

Se ha cumplido ya una semana de la victoria del actual mandatario norteamericano en las elecciones presidenciales celebradas en su país y aquél, aún no se ha dignado a responder a nuestro indómito Primer Ministro, quien a través de diversas llamadas telefónicas, ha intentado infructuosamente desde entonces felicitarle de todo corazón por tan espectacular triunfo.

Como español, siento vergüenza. Vergüenza por tener que soportar la figura de un Presidente del Gobierno y de un Gabinete al completo que por simple tozudez ideológica y política, llevan más de seis meses poniéndole zancadillas de bravucón de colegio al Estado más poderoso de la Tierra, nuestro principal aliado político y militar, sólo y exclusivamente con el ánimo de mantener en alto ante sus votantes y simpatizantes, el tono demagógico, manipulador y provocador que les llevó a la Moncloa.

Después de las docenas de patadas que de cara a su galería de afectos y titiriteros, han propinado al gigante, ahora se les llena la boca de declaraciones amistosas y cordiales hacia éste. Es muy típico de este rebaño de pollinos; hacen las cosas a su antojo y no se detienen a pensar en las consecuencias que conlleva tal comportamiento, para percatarse más tarde de que han metido la pata hasta el fondo del pozo y de que el daño ya está hecho, soslayan medrosamente su responsabilidad y aseguran que aquellos desplantes o agresiones, sólo fueron malos entendidos y que nada más lejos de su intención que herir a quien premeditadamente, estuvieron atizando.

Eso en España puede funcionar, pues hay españoles -millones, desafortunadamente- que son tan memos, que aunque les pongan todas las evidencias posibles delante de sus narices, seguirán creyendo lo que este hatajo de podencos les diga. Pero eso, de cara a la primera potencia mundial, me temo que no funciona.

Pues, ¿a que otra cosa suena intentar hacer creer al Gobierno Americano que la precipitada e insolidaria retirada de nuestras tropas de Iraq fue un malentendido, salvo a burla sin tapujos? Eso, por no hablar del sonrojo que debería ocasionarles su patético propósito de disfrazar de equívoco, el llamamiento realizado desde Túnez a la deserción de todos los países que forman la coalición que apoya a los Estados Unidos en Iraq. Y si a ello añadimos las solapadas justificaciones a los orígenes del terrorismo islamista -ahí están las hemerotecas- entre algunos dirigentes del PSOE en los primeros meses de gobierno, los infantiles llamamientos a las Alianzas de Civilizaciones, el demagógico desaire al paso de la bandera americana en el Desfile de la Hispanidad de hace un año y su eliminación en el celebrado hace unas semanas, la utilización de algunas importantes figuras del Ejército para agredir verbalmente a los americanos y una infinidad más de pequeños y enojosos detalles de enquistada mala fe, nos daremos cuenta de que la actitud de Bush a la hora de no responder a Zapatero, no bebe de las fuentes de la arrogancia o el engreimiento del poderoso ante el más débil, sino de las del fastidio y de la indignación más absolutas con un Gobierno que seguramente creyó amigo y aliado, pero que sin embargo, no ha dejado de mostrarse exasperantemente hostil.

Y como penúltima demostración del significativo oprobio y ostracismo al que más que posiblemente someterán los Estados Unidos a este Gobierno de volatineros, pamplineros y bufones -y por extensión a muchos sectores económicos españoles- sirva como botón de muestra el encuentro que hoy ha mantenido el Presidente Norteamericano con el ex-Presidente español, José María Aznar. Cuarenta minutos de audiencia para evidenciar ante el mundo y muy especialmente ante España y su Gobierno, a quién consideran los Estados Unidos un partidario fiable y leal y a quién, un escurridizo truhán de feria.

La única lectura positiva que yo extraigo de todo este insuperable catálogo de desaciertos, traspiés, desaguisados, deslices, errores y calamitosa indisposición para el buen gobierno, es que a este paso y contando con las trampas que a buen seguro les pondrán las hienas antisistema en las que se apoyan para continuar en el Poder, puede que a la vuelta del próximo verano, se vean en la obligación de convocar Elecciones Generales. Y Dios lo quiera, perderlas.

Lucio Decumio.

08 noviembre 2004

Me alegra la victoria de Bush

Bien, de acuerdo. Puede que el título de mi comentario de hoy entre en flagrante contradicción con lo expuesto en anteriores ocasiones al respecto de la figura del actual Presidente de los Estados Unidos. Así es, no voy a negarlo, pues hacerlo sería intentar inútilmente ocultar la realidad misma de los escritos que los lectores encontrarán en la base de este mismo artículo y sería muy sencillo pillarme en un renuncio.

Antes de continuar, hacer un inciso sobre este particular, se me antoja perentorio. Particularmente, siempre he preferido, salvo algunas excepciones, la figura de un presidente norteamericano elegido por el lado del Partido Demócrata. Yo supongo que esta inclinación debe venir determinada por la figura de dirigentes como F.D. Roosvelt o J.F. Kennedy, que a mi modo de ver, fueron claves en el desarrollo de la Historia de los Estados Unidos y también en gran medida, en la del resto del mundo. Presidentes que por otra parte, no dudaron en apretar el gatillo cuando así lo creyeron necesario, tanto en defensa de los intereses de su nación o como respaldo de las democracias europeas en lucha contra los peores totalitarismos del Siglo XX.

Pues bien, dicho esto, pasaré a explicar los motivos de mi regocijo ante la victoria del candidato republicano, actual Presidente y futuro mandatario americano durante los próximos cuatro años.

En las últimas observaciones volcadas en esta página, al tiempo que consideré oportuno hacer manifiesta mi predilección por Kerry, también hice notable hincapié en el hecho de que el tratamiento informativo que estaba recibiendo Bush por parte de la mayoría de medios de comunicación españoles, estaba sobrepasando los límites de la preferencia tolerable por el senador demócrato, para adentrarse sin tapujos y sin ambages, en la manipulación más tendenciosa y en el sectarismo más abyecto que cupiera imaginar.

Los reportajes de Canal + que mencionaba, sólo fueron el postre de una pantagruélica demostración de zafiedad partidista que antes de alabar la figura del candidato demócrata y justificarlo políticamente como el individuo idóneo para ocupar el Despacho Oval, demonizaba sin solución de continuidad y sin espacio alguno para la réplica o la defensa, el perfil político y personal de Bush.

Esa ofuscada persecución sin cuartel, que se inició hace ya muchos meses, ha terminado volviéndose en contra de los medios a los que hacía mención. Entre los más destacados en este sentido, cabe señalar a todo el Grupo Prisa, con la SER, Canal + y El País como puntas de lanza, así como a Televisión Española y Telecinco. Algunos de ellos, como la Cadena SER, se cubrían con un nuevo manto de gloria mediática al anunciar a bombo y platillo la victoria de Kerry cuando el triunfo de George W. Bush ya era de dominio público.

Era tal su ansia por ver postrado y derrotado a su más odiado demonio, era tal su deseo de ver justificado su antiamericanismo feroz, era tal su anhelo por demostrar a quienes cada vez con más pruebas les acusan de haber tergiversado la realidad española a mediados de Marzo, que no era preciso un atentado y su posterior manipulación para cambiar el signo y el futuro político de un país, que hasta el último instante e incluso más allá, se negaron a ver la realidad y se invitaron a sí mismos a un banquete de autocomplaciente ajuste de sus deseos con una realidad inexistente.

Lo peor de todo ha sido constatar que pese a contemplar como George W. Bush ha sido elegido Presidente para un segundo mandato con el mayor número de votos jamás recabados por un candidato a la Casa Blanca y además, sin el menor asomo de un posible fraude que justificara nuevos alaridos, esos medios de comunicación no sólo no han admitido su error, no sólo no han entregado sus armas, sino que por el contrario, se han apresurado a cambiar la munición con la que disparar al abominable rival.

Ahora la consigna es hablar de Estados Unidos como un país dividido y al borde de la guerra civil. La izquierda, ya sea a través de los medios de comunicación afines, ya sea a través de sus propios representantes políticos, es cada vez más meridiana y más transparente a la hora de mostrarnos su verdadero perfil político y social, pues no dejan pasar oportunidad de hacernos saber que para ellos, la democracia es un sistema válido siempre que sirva a sus intereses y termine otorgándoles la razón en sus postulados, el poder político y el control unívoco de la sociedad. En cuanto no es así, en cuanto la realidad y sobre todo, la madurez democrática de un pueblo les descabalga de sus febriles deseos, se revuelven con más fiereza si cabe, enfrascándose en la búsqueda de cualquier argumento -cuanto más retorcido e irreal, mejor- que deslegitime al sistema y a los representantes que han osado, mediante métodos tan antidemocráticos como el sufragio universal, derrotarles o simplemente, llevarles la contraria.

Así es la gente que gobierna España y la que por extensión, la mantiene desinformada.

Lucio Decumio.

01 noviembre 2004

Elecciones USA

No me apetece demasiado, ésa es la verdad, hablar sobre la convocatoria electoral a la que tendrán que hacer frente mañana millones de ciudadanos norteamericanos y a través de la cual, se dilucidará el futuro político de aquella gran nación y no escasa porción del que compete al resto del mundo.

Y no porque no me interese el proceso político que lleva abierto casi un año en los Estados Unidos o porque me sienta desvinculado o desinteresado al respecto del resultado que mañana puedan arrojar las urnas. Simplemente, entiendo que al tratarse del eje informativo de las últimas semanas y que más que seguramente, continuará siéndolo durante las próximas, poco puede aportar en cuanto a los aspectos analíticos se refiere, este pobre aprendiz de redactor, más allá de lo que ya han repetido miles de comentaristas, periodistas y reporteros que manejan información mucho más voluminosa y fidedigna que la que yo pueda tener.

Únicamente, haré unos breves juicios, eso sí, a título absolutamente personal, de la figura de ambos aspirantes a la Casa Blanca y una breve anotación al respecto del tratamiento informativo que recibe algunos medios de comunicación españoles, el actual dignatario americano. Otra cosa es lo que pueda deparar el futuro con cualquiera de los dos sentado en las butacas de cuero del Despacho Oval, pues es algo que nadie puede predecir, por mucho que se odie a Bush o por mucho más que se intente ensalzar la figura del senador demócrata.

Empiezo con el actual presidente. En este sentido, no me duelen prendas a la hora de reafirmarme en lo dicho en anteriores comentarios acerca de su figura. No me gusta. Ni como persona, aunque evidentemente puede tratarse de un juicio apresurado, pues no le conozco de modo cercano, ni como presidente, por lo ya comentado en varias reflexiones previas a ésta de hoy. Y a lo ya apuntado en esas otras ocasiones -especialmente todo lo que se refiere a su claroscura elección por un puñado de votos que le dieron todos los delegados de Florida y por extensión, la Presidencia- sólo quisiera añadir una apreciación de índole socio-personal; un tipo que aspira al más influyente cargo político del orbe y que es incapaz de nombrar, en vísperas de las elecciones de 2000, a varios de los más importantes primeros ministros del mundo -India, Japón y China entre otros- en una entrevista concedida a la CNN, no debería haber sido nunca Presidente de los Estados Unidos. No debería haber llegado ni a presidente de su comunidad de vecinos.

Y el candidato. No parece un individuo excesivamente carismático, aunque eso, en mi opinión, suele ser una ventaja para el que de verdad vive con la aspiración de convertirse en un gobernante-gestor y no en un encantador de serpientes o en un vendedor de ungüentos para la recuperación del cuero cabelludo. Los políticos carismáticos -de esos hemos tenido en España algunos- tienden a quedarse en lo meramente superficial y a no prestar excesiva atención a los verdaderos problemas de la calle, pues saben que en última instancia, en una campaña electoral o en unas entrevistas televisivas convenientemente ajustadas a sus necesidades, se les presentará la oportunidad de volver a seducir al público a través de la cuidadosa y adecuada administración de sus milagrosas gotas de esencia cautivadora.

Reitero, no creo que sea el caso de Kerry, aunque sus asesores de imagen se empeñen en modificar su prototípica imagen de funcionario gris, oscuro y sesudo, haciéndole sudar sangre sobre una bicicleta o subiéndole sobre una tabla de sky-surf. Pobre hombre. En esta curiosa época dominada por la imagen y por lo que transmitimos a través de ella, ya no basta únicamente con besar niños y dejarse achuchar por orondas madres de familia. Ahora, para ser presidente de los Estados Unidos, aparte de hacerte zarandear por las masas enfebrecidas, tienes que ser triatleta.

Y como nunca había hablado de Kerry en mi blog, me extenderé otro párrafo más, que enlazará dos últimas consideraciones; una relacionada con el candidato demócrata y otra, con el régimen informativo que se le administra al actual presidente desde muchos medios de comunicación españoles.

A estas alturas de la representación, se aparece bastante nítido el hecho de que antes que su programa electoral, su oratoria, su presencia o su simpatía, el factor determinante que puede acabar con los huesos de este veterano de Vietnam en la Casa Blanca, es el odio y el rencor que despierta el propio Bush en amplios sectores de la sociedad americana y la movilización electoral que ello puede traer consigo. Odio y rencor que sin ningún ambage, sin dejar resquicio a la duda razonable y lo que es peor, sin ningún margen para la réplica entre los seguidores de Bush, como si acaso no existieran o fueran una masa informe y despreciable, se encargan de azuzar medios como Canal +, emisora en la que hoy los telespectadores han tenido la oportunidad de ver dos reportajes, documentales o se les llame como se quiera, en los que la figura de George W. Bush era demonizada hasta extremos sonrojantes.

Y lo que era aún peor y más estomagante. Al final de cada uno de los reportajes y sobre los títulos de crédito de Canal +, un tampón virtual dejaba sobre la imagen un sonoro sello con la leyenda "Agitación USA". Insisto, ni una entrevista a los posibles votantes del candidato a la reelección o a los personajes famosos que le apoyan; ni el más mínimo asomo de equidad en las formas y en los tiempos y ni una palabra argumentada a favor del actual Presidente. Nada en definitiva, que pudiera justificarle o sostenerle. Es decir, una penúltima demostración de la tendenciosa y sectaria propaganda para el sostenimiento de la unívoca verdad izquierdista, que se abre arrollador paso en España y a la que cada vez es más complicado enfrentarse.

Y mi voto virtual, para John Forbes Kerry.

Lucio Decumio.